domingo, 3 de mayo de 2015

Presidente fuerte


Rumbo a las elecciones intermedias del 7 de junio de 2015, Enrique Peña Nieto llega como un presidente fuerte, así lo parece. Tiene a las tres principales fuerzas políticas comiendo de su mano. Ha conseguido las reformas “estructurales” que no consiguieron tres de sus antecesores, también ha recentralizado los sistemas educativo y electoral. Para completar, el sistema nacional anticorrupción deja intacto el fuero presidencial, entre otros.

Esto no quiere decir todo ha salido a pedir de boca. Tlatlaya, Ayotzinapa y Apatzingán son el rostro de una presidencia fuerte en el sentido autoritario, en el perfil de tiempos sangrientos que se creían superados.

La investigación periodística sobre la casa blanca, comprada por Angélica Rivera a la constructora favorita de Peña Nieto. Investigación que puso al Presidente bajo el señalamiento de corrupto y que ahora está en cauce de ser limpiada por el secretario de la función pública. De casa blanca, Carmen Aristegui y sus colaboradores esperaban un efecto demoledor, como el de Watergate que llevó a juicio político al presidente Richard Nixón, hasta finalmente quitarlo de la presidencia norteamericana. Pero lo que no vio Aristegui y su equipo es la protección que se le da en México al presidente –cualquiera. Aquí no estamos para realizar hazañas emuladores (y envidiadas) como la de los periodistas del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward. El reportaje de la casa blanca pronto fue golpeado al surgir la especie verosímil sobre la garganta profunda de la investigación a la mexicana (Salvador García Soto): Marcelo Ebrard. De octubre pasado a la fecha han corrido seis meses, Peña Nieto aseguró su impunidad, mientras Carmen Aristegui fue sacada de su espacio radiofónico por su ex patrón, al tiempo que Ebrard fue posteriormente despojado de su candidatura plurinominal a diputado por parte del tribunal electoral.



Se podrá decir ahora, la fuerza real del Presidente está aprueba frente al crimen organizado, los espectaculares actos incendiarios del crimen organizado en Tamaulipas lo deja ver. Para el secretario de gobernación, entrevistado por El Universal –con la seguridad, la pose y un corte de sastre muy digno de Daniel Craig- la delincuencia organizada es una actividad a la baja. La cosa nostra está bajo control. Lo mismo fue a decir en Reynosa, Tamaulipas. Osorio Chong aseguró que el tema dejará de ser la principal preocupación de los mexicanos. Que así sea.

Pero en Jalisco el crimen organizado vino a contradecir los dichos del secretario. Primero de mayo, día de narcobloqueos, incendio de sucursales bancarias y de gasolineras en varios municipios de ése estado, actividad criminal que se extendió hacia estados limítrofes. No se trata de una insurrección, de una rebelión, de una sublevación o alzamiento, no lo es mientras no haya proclama o bandera explícita. Son actos espectaculares que se han cuidado de no generar bajas civiles y con el tino de victimar a miembros de las fuerzas del Estado. Si juegan así seguro serán aplastados. El crimen organizado no es suicida, podrá ser sanguinario pero prefiere llegar a arreglos con la autoridad que se deje y en Jalisco parece que se ha dejado mucho. La situación en esa parte del territorio deja muchas incógnitas, las suficientes para recrear un escenario a modo de una presidencia fuerte y una atmósfera de miedo en plena campaña electoral.

Entre tanto Peña Nieto, promotor de las inversiones y líder de la economía de mercado, se despacha medidas populistas con el reparto millonario de televisores digitales a familias que carecen de ellos y de “tablets” para estudiantes de primaria. Bajo las actuales circunstancias, el Presidente está confiado en un resultado electoral que indirectamente le dé más poder, sabe que la baja calidad de la ciudadanía le permite eso y más. Así será en tanto no se conforme una masa ciudadana capaz de reducir o someter el proceder autoritario de la presidencia, mientras no se tenga una oposición real, seguiremos hacia la reconfiguración de la democracia electoral como medio del autoritarismo.

Valga pues una nota final, ilustrativa de que no hay nada nuevo bajo el sol. Existió un dramaturgo y director de teatro –Bertolt Brecht- que forjó una obra de denuncia al capitalismo salvaje, al fascismo y al stalinismo. Dramaturgia terriblemente actual acerca de un teatro dialéctico montado sobre la triada moral, justicia, absurdo. En una de sus piezas llamadas didácticas, los actores anuncian de inicio a los espectadores lo siguiente:

“Vamos a contaros
La historia de un viaje. Lo emprenden
Un explotador y dos explotados.
Observad con atención el comportamiento de esa gente:
Encontradlo extraño, aunque no desconocido
Inexplicable, aunque corriente
Incomprensible, aunque sea la regla.
Hasta el acto más nimio, aparentemente sencillo
¡Observadlo con desconfianza! Investigad si es necesario
¡Especialmente lo habitual!
Os lo pedimos expresamente, ¡no encontréis
Natural lo que ocurre siempre!
Que nada se llame natural
En esta época de confusión sangrienta
De desorden ordenado, de planificado capricho
Y de Humanidad deshumanizada, para que nada pueda
Considerarse inmutable”



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