viernes, 20 de marzo de 2015

Método Videgaray

Estelarmente es Primavera




“¿Has venido a acusar o a interrogar?”
Apuleyo

Un verdadero festival de injurias y vituperios en este mes de marzo y, diría el filósofo en su defensa, “me queda mucha agua en la clepsidra”.

Con ahínco se habla de libertad de expresión v.s. libre empresa, de la simultaneidad del mutismo y la censura gubernamental. Joyas del periodismo militante y publirrelacionista están en el aparador. Toda una revoltura en la que se pierde el debate sobre la transparencia y se deja de hacer la insólita pregunta ¿Será necesario poner un límite a la riqueza material de los funcionarios como medida extrema en contra del desfalco de la hacienda pública?

Por lo pronto, el Senado ya le dio largas a la reforma de la ley de transparencia devolviéndola a los diputados con sus correcciones y agregados. El pacto por México expiró hace tiempo y el pacto discreto por la opacidad sigue vigente como punto de cohesión de la clase política.

Hay que ordenar la discusión partiendo de la incredulidad y la desconfianza social advertida por la misma autoridad. Construir un método indiciario que aquí llamaremos Videgaray, pues no se trata sólo de hacer leyes y tomar medidas administrativas. Eso está probado, no sacia la demanda de transparencia y rendición de cuentas.

Llamémosle método Videgaray, habida cuenta la disposición expresa del secretario, confiada al periodista Carlos Puig y su audiencia.

Metámonos en honduras. Cualquier denuncia pública de supuesto manejo inescrupuloso y patrimonialista por parte de cualquier persona que maneje recursos públicos abrirá de oficio una investigación. Dicha investigación desecharía o confirmaría lo denunciado con información proveniente de las declaraciones fiscales, patrimoniales y de intereses (si es el caso); cuentas bancarias e inversiones (participación en negocios). El resultado daría lugar a sanciones para el denunciante o para el inodado. Se me dirá que es un disparate, la verdad es que el encargado de Hacienda, desde tiempos ya remotos, tiene atribuciones para ordenar la administración pública federal a punta de circulares.

La casa en el club de golf de Malinalco es la oportunidad para ensayar el mencionado método. Así se atajaría la maledicencia, la suspicacia y, sobre todo, se combatiría la corrupción. Lo que importa es demostrar no sólo disposición, sino convencimiento y voluntad para hacer efectiva la rendición de cuentas. No darle más vueltas que sólo nutren el escándalo y la disputa entre facciones.

Por otro lado, es difícil imponer votos de pobreza, predicar la austeridad como virtud bajo el canon moderno. La recomendación de la sencillez, de la frugalidad, otra manera de entender la abundancia no es del mundo actual. Qué lejano nos resulta el africano romanizado ya citado aquí:



“es más amigo de una medianía contenida que de una opulencia refinada, y que estima la fortuna como si fuera una túnica, más bien proporcionada que larga. Porque también la fortuna, cuando no se lleva, sino se arrastra, igual que un vestido que cuelga por delante, traba los pies y hace caer”.


“Este afán es ciertamente una confesión de pobreza; en efecto, toda ambición de adquirir viene de la convicción de carencia…Pues si nada falta en mi ánimo, no me preocupa por cuanto me falte en las cosas externas: la gloria no estriba en la abundancia de éstas, ni la culpa en su carencia.”

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