Está historia ya nos la han
contado y las explicaciones técnicas son verdades incompletas, encubridoras o
mal intencionadas. Me refiero al ajuste de la expectativa de crecimiento
económico para el año 2014, hecho por la Secretaría de Hacienda. El anuncio
tiene un intercambio previo fragoroso, un jaloneo de expectativas puntualmente
descrito por Rolando Cordera (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/25/opinion/015a1pol) para La
Jornada. Para que redundar sobre lo bien expuesto.
Pero el cuento ya lo conocemos
aunque lo desmemoriemos, lo borramos de nuestro saber para efectos de la
polémica actual. Se trata de la estrategia desinversora a la que recurren los
grandes empresarios para presionar y doblar el gobierno. La estrategia
antipopulista, para llamarla de alguna manera, que aplicaron a gobiernos
priístas en el pasado.
La estrategia desinversora se la
aplicaron a Luis Echeverría, a José López Portillo, incluso a Miguel de la
Madrid en 1987, a Carlos Salinas y Ernesto Zedillo en lo que fue un tormentoso
cambio de administración. Esa misma estrategia ya alcanzó al gobierno de
Enrique Peña Nieto. Lo desgraciado para el actual gobierno, ha sido el hecho de
conceder una serie de reformas en favor de la iniciativa privada, para
finalmente recibir el mismo pago de sus antecesores mencionados: desconfianza.
El gobierno les concedió todo y le respondieron retrayendo el esfuerzo
inversor. Les dejó muy baratas las reformas y quedó desamparado, inerme ante
uno de los poderes fácticos, que no admite otro imperio que el de sus propios
intereses. Primero las ganancias, no importa el crecimiento de la economía con
suficiencia, óptimo, mucho menos se puede esperar preocupación alguna por el
desarrollo nacional.
Peña Nieto y los priístas ya no
tendrán duda, las cúpulas empresariales desprecian al PRI y nunca les ha
merecido confianza. Qué otra cosa se puede concluir después de que los grandes
beneficiarios de las reformas se mantengan en su negativa de asumirse como el
motor de crecimiento económico. Cual sicarios consumados, la iniciativa privada
ha etiquetado al gobierno: “Para que aprendan a respetar”.
Me abstengo de aventurar
consecuencias, no poseo bola de cristal. Esta demostración de poder empresarial
deja en malas condiciones de ánimo al gobierno, al menos un duro golpe a su
optimismo. Pero no sólo eso, la demostración de poder exhibida por los
empresarios también golpea a las instituciones democráticas y al archipiélago
de instituciones autónomas. Puede ser que exagere sobre la
posición anti PRI de los empresarios, tomando en consideración que los
gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón también participaron del
crecimiento por debajo de las expectativas. Tal vez las decisiones de inversión
de los empresarios no tienen una motivación nacionalista y erróneamente se les
atribuye, además de seguir con fidelidad las antisociales teorías de Von Hayek.
Son las grandes fortunas las que mandan aquí de manera incontinente, sin
instituciones que realmente detengan su proceder depredador, el verdadero
dinosaurio del siglo XXI.
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