Hace décadas, la publicidad gubernamental consignaba: todo lo bueno
proviene de PEMEX. En la actualidad se encuentra en su nadir. PEMEX sin
horizonte así como está. Dentro del foro abierto por el Senado para allegar
información a los legisladores sobre la reforma energética, en su primer día de
ejercicio se coincidió: La desinversión y la falta de tecnología que padece la
paraestatal es resultado del marco jurídico aún vigente. Obvio, sino cual interés
por reformar. De esto y la catástrofe energética hablaron distinguidos
consultores desde su respectiva asociación civil u lo que sea, en pro de
realizar la reforma energética, de manera específica la apertura del sector,
entre más mejor. Cifras, comparaciones, metáforas. Con ganas de espantar, ya
porque se nos va el tren o nos lleva.
Por qué no se da la inversión
pública con suficiencia, pues en parte, porque se dan desproporcionados
incentivos fiscales a los que más tienen, las grandes empresas en primer lugar.
Se mantienen subsidios a los bancos a través del IPAB. Que se amuele PEMEX,
cuando ayer se le consideraba el impulso de la industrialización ahora se le
califica como responsable de la desindustrialización. Acaso la disposición
actual del crédito privado no influye también en la desindustrialización. Ah,
de eso mejor no hablar.
Que no se produce la tecnología
para las nuevas plataformas de explotación. En dónde están las instituciones de
investigación pública y privada capaces de proveer la tecnología, que hace el
CONACYT y el SNI. Fracaso de la UNAM, del IPN, del Tec de Monterrey, del ITAM,
por no mencionar a los institutos del sector energético ¿Acudirán al foro a
defenderse? Ahora bien, la generación de tecnología en general también es un
asunto de las empresas llamadas de punta. Muchas, cierto, la incorporan de su
casa matriz que está fuera de México. Cómo estamos en ese rubro, cuantas
empresas mexicanas se han vuelto dominantes o competitivas por las patentes
registradas que validan su aportación tecnológica. Pero eso ni mencionarlo.
Se quiere reformar y no se tiene
la propuesta del marco regulatorio. Un salto al vacío, retahíla de promesas
copiadas de la propuesta del gobierno anterior. La corrupción o la falta de
capacidad de los altos funcionarios no es parte del debate con la importancia
que merece.
Esto último es muy grave y
debería ser la avanzada del actual proceso reformador. Funcionarios honestos y
aparato público en la consecución de resultados y objetivos. Pero fíjense que
no, que siempre no, lo del gobierno eficaz se sustituyó por un gobierno
reformador. Una variante de presidente del empleo que en cuestión de días se
transmutó en el presidente “Eliott Ness”.
Se impone el prurito de yo no
vengo a administrar. Si de eso pedimos los ciudadanos de los gobernantes, para
que al final de la gestión se le reconozca por su administración, por su
gobierno eficaz y al servicio de todos. Los presidentes de México y el síndrome
de Benito Juárez.
Lo importante qué es una buena
administración, sobre todo cuando ocurren emergencias como las generadas por
los desastres naturales. En esos momentos son pocos los colaboradores reales y
brillan los que ostentan su calidad de meros acompañantes. Con el azote de los
fenómenos meteorológicos, Ingrid y Manuel, se mostraron las insuficiencias de
David Korenfeld (CONAGUA), Luis Felipe Puente Espinosa (Coordinador federal de
Protección Civil), de José María Tapia Franco (FONDEN). También de los
titulares de SEDATU y SEMARNAT, responsables de la gestión del territorio, se
hicieron chiquitos. Todos ellos evidencian el total desfase entre la
preparación y los cargos conferidos. Lo de siempre, cuates y cuotas.
Si no hay cambio positivo en la
operación del gobierno, de sus aparatos e instrumentos, las reformas sí que
serán un gran desperdicio de energía.
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