martes, 24 de septiembre de 2013

País de la decepción


Hace décadas, la publicidad gubernamental consignaba: todo lo bueno proviene de PEMEX. En la actualidad se encuentra en su nadir. PEMEX sin horizonte así como está. Dentro del foro abierto por el Senado para allegar información a los legisladores sobre la reforma energética, en su primer día de ejercicio se coincidió: La desinversión y la falta de tecnología que padece la paraestatal es resultado del marco jurídico aún vigente. Obvio, sino cual interés por reformar. De esto y la catástrofe energética hablaron distinguidos consultores desde su respectiva asociación civil u lo que sea, en pro de realizar la reforma energética, de manera específica la apertura del sector, entre más mejor. Cifras, comparaciones, metáforas. Con ganas de espantar, ya porque se nos va el tren o nos lleva.

Por qué no se da la inversión pública con suficiencia, pues en parte, porque se dan desproporcionados incentivos fiscales a los que más tienen, las grandes empresas en primer lugar. Se mantienen subsidios a los bancos a través del IPAB. Que se amuele PEMEX, cuando ayer se le consideraba el impulso de la industrialización ahora se le califica como responsable de la desindustrialización. Acaso la disposición actual del crédito privado no influye también en la desindustrialización. Ah, de eso mejor no hablar.

Que no se produce la tecnología para las nuevas plataformas de explotación. En dónde están las instituciones de investigación pública y privada capaces de proveer la tecnología, que hace el CONACYT y el SNI. Fracaso de la UNAM, del IPN, del Tec de Monterrey, del ITAM, por no mencionar a los institutos del sector energético ¿Acudirán al foro a defenderse? Ahora bien, la generación de tecnología en general también es un asunto de las empresas llamadas de punta. Muchas, cierto, la incorporan de su casa matriz que está fuera de México. Cómo estamos en ese rubro, cuantas empresas mexicanas se han vuelto dominantes o competitivas por las patentes registradas que validan su aportación tecnológica. Pero eso ni mencionarlo.

Se quiere reformar y no se tiene la propuesta del marco regulatorio. Un salto al vacío, retahíla de promesas copiadas de la propuesta del gobierno anterior. La corrupción o la falta de capacidad de los altos funcionarios no es parte del debate con la importancia que merece.

Esto último es muy grave y debería ser la avanzada del actual proceso reformador. Funcionarios honestos y aparato público en la consecución de resultados y objetivos. Pero fíjense que no, que siempre no, lo del gobierno eficaz se sustituyó por un gobierno reformador. Una variante de presidente del empleo que en cuestión de días se transmutó en el presidente “Eliott Ness”.

Se impone el prurito de yo no vengo a administrar. Si de eso pedimos los ciudadanos de los gobernantes, para que al final de la gestión se le reconozca por su administración, por su gobierno eficaz y al servicio de todos. Los presidentes de México y el síndrome de Benito Juárez.

Lo importante qué es una buena administración, sobre todo cuando ocurren emergencias como las generadas por los desastres naturales. En esos momentos son pocos los colaboradores reales y brillan los que ostentan su calidad de meros acompañantes. Con el azote de los fenómenos meteorológicos, Ingrid y Manuel, se mostraron las insuficiencias de David Korenfeld (CONAGUA), Luis Felipe Puente Espinosa (Coordinador federal de Protección Civil), de José María Tapia Franco (FONDEN). También de los titulares de SEDATU y SEMARNAT, responsables de la gestión del territorio, se hicieron chiquitos. Todos ellos evidencian el total desfase entre la preparación y los cargos conferidos. Lo de siempre, cuates y cuotas.

Si no hay cambio positivo en la operación del gobierno, de sus aparatos e instrumentos, las reformas sí que serán un gran desperdicio de energía.

 

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