martes, 30 de julio de 2013

Modelo de poder y desgobierno


 
Tenemos un modelo de poder que aplaude la codicia y estimula la concentración de riqueza en pocas manos (los datos dados a conocer por Coneval son elocuentes) Un modelo de poder que emerge del desmantelamiento consistente y persistente de disposiciones constitucionales y jurídicas que apuntalaron la estabilidad política con ejercicio autoritario. En consecuencia el desgobierno se extiende sobre una desagradable polaridad donde los ricos se hacen más ricos y los pobres son más. La burocracia política se hace más torpe, enfocada sólo en atender los interese y demandas de los que son menos, pero tienen la riqueza y el poder.

Bajo este modelo de poder el rendimiento de la democracia no cubre las expectativas de una vida mejor para la población en su conjunto (el mismo gobierno ha dado la voz de alarma respecto a la informalidad económica creciente) Las fórmulas de gobierno democráticas son impotentes para transformar la realidad. Los gobernantes se sumen en la rechifla diaria del respetable, aun así, están dispuestos están dispuestos a profundizar el modelo de poder.

En esas estamos cuando ocurre el asesinato de dos miembros de la marina, el vicealmirante Carlos Miguel Salazar Ramonet y uno de sus escoltas, Ricardo Francisco Fernández Mercado. La voz escandalizada de los medios y de la opinión sube de decibel, hace ruido y es enceguecedora. Se despotrica en contra de los gobernantes y éstos aceptan impávidos toda la mierda que les cae. El colmo es que se le llegue a otorgar razón a la estrategia de la administración anterior, precisamente aquella que le dio vuelo a los delincuentes al considerarlos enemigos de guerra.

Como dijo Roberto Roena, sentémonos a pensar.

Acaso la delincuencia organizada no está alineada al imperativo dominante de la riqueza es poder. Entonces, bajo este principio valorativo a la delincuencia se le ha hecho fácil montar un negocio no autorizado de producir y trasegar drogas, negocio que se ramifica hacia la extorsión y el secuestro.

Visto así, cualquier estrategia militarista, policial, judicial en contra de los narco negocios es limitada. Estamos ante un negocio pujante pues se realiza en un mercado atractivo en ganancias pues tiene consumidores garantizados y no han dejado de crecer en su número. Contra ello existe prevención social ¿Es suficiente? La respuesta está en el largo plazo.

Están los consumidores, la cuestión es poner a disposición el producto. Éste se produce aquí o se importa. La oferta está disponible porque no se han erradicado los cultivos de estupefacientes y porque el sistema aduanero es débil para detectar y confiscar el trasiego de drogas.

Otro elemento para este negocio es disponer de recursos humanos y al crimen organizado fuerza de trabajo no le falta en la variedad actividades y oficios que utiliza. Esto gracias a los excluidos que produce el mercado formal, sin dejar fuera a los delincuentes de cuello blanco incrustados en el sistema financiero y de inversiones, además del valor agregado que aportan servidores públicos corruptos.

Y falta el componente más explosivo de este negocio, el recurso de las armas de alto poder y de supuesto uso exclusivo del Ejército. Mientras el crimen organizado tenga a acceso al mercado de armas seguiremos siendo informados de lamentables hechos de violencia. La oferta estadounidense de armas sigue imperturbable, el gobierno norteamericano no ha hecho nada efectivo para contener el comercio de armas hacia las organizaciones delictivas que operan en México. Las condiciones están puestas y parece no importar que la sangre corra de lo lindo.

No es tiempo entonces de cambiar el modelo de poder que prohíja la explosión del crimen organizado.

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