Es común al discurso político no
decir para evitar desdecirse, también se puede engañar con la verdad. Siempre
hay un manejo de la ambigüedad necesario para no quedar atrapado en el
incumplimiento de los compromisos, como no ponerle número a las metas y evaluar
los alcances de las acciones de gobierno
sin mayor precisión.
El día 10 de febrero, Enrique
Peña Nieto reunió a la república. Gabinete de gobierno, gobernadores, Ministros
de la Corte, líderes parlamentarios y partidarios, de la iniciativa privada y
del sector social. Se convocó a los medios para dejar debidamente mediatizado
este acto de rendición de cuentas no inscrito en la ley e instituido por la
voluntad presidencial.
Lo que se fijó en la mayoría de
los medios se concentró en el siguiente objetivo de inicio de la actual administración:
Transformar a México.
“Queremos que nuestro país sea
una verdadera sociedad de derechos.” Con
la consecución “de las grandes metas nacionales a las que aspiramos: Lograr un
México en paz. Tener un México incluyente. Alcanzar un México con educación de
calidad para todos. Construir un México próspero. Hacer de México un actor con
responsabilidad global.” En ese orden.
Se quiere transformar, no sólo
administrar. Transformación implica modificar las pautas, los paradigmas o
patrones culturales que han detenido al país. Visto así, en una disposición
pragmática el empeño es inmenso. El pensamiento instrumental se impone y no
supone una teoría crítica, lo cual es una deficiencia a ojos vista. Se confía en
“La participación social en este proceso es crucial para transformar a México
sobre bases sólidas, la sinergia entre sociedad y Gobierno es clave para
detonar el desarrollo.” Se tropieza con el lenguaje de sus antecesores, que
usaron la palabra sinergia sin entender ni aclarar de qué se trataba, acaso Hocus Pocus, un pase mágico.
Se estima la participación social
en un país donde se profundiza la desigualdad social. Habrá que estimular esa
participación acotando a los factores reales de poder que son en realidad sociedades
de amigos del crimen. Modificar el modelo económico que sólo considera al
mercado como el ordenador único de la distribución de la riqueza y creador de
la prosperidad. Tal como ha funcionado el modelo ha creado pauperización de los
trabajadores y un masivo sector informal que no dejan de ser funcionales al
modelo pues con estas distorsiones se garantiza la concentración de la riqueza.
La clave es que la autoridad
gubernamental, en un sentido amplio, sea depositaria de la confianza de las
mayorías de la sociedad que efectivamente han sido excluidas. Que no se generen
vacíos que obligan a comunidades a rebelarse, a que el individuo esté en contra
del Estado. Por una civilización de derechos ejercidos que se oponga al darwinismo
social imperante que naturaliza la desigualdad y hace ilusoria la comunidad
nacional.
Vista así, la gran transformación
que se propone vale la pena y tendrá su mayor resistencia en el statu quo.
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