lunes, 11 de marzo de 2013

Uso de la ambigüedad


Es común al discurso político no decir para evitar desdecirse, también se puede engañar con la verdad. Siempre hay un manejo de la ambigüedad necesario para no quedar atrapado en el incumplimiento de los compromisos, como no ponerle número a las metas y evaluar los  alcances de las acciones de gobierno sin mayor precisión.

El día 10 de febrero, Enrique Peña Nieto reunió a la república. Gabinete de gobierno, gobernadores, Ministros de la Corte, líderes parlamentarios y partidarios, de la iniciativa privada y del sector social. Se convocó a los medios para dejar debidamente mediatizado este acto de rendición de cuentas no inscrito en la ley e instituido por la voluntad presidencial.

Lo que se fijó en la mayoría de los medios se concentró en el siguiente objetivo de inicio de la actual administración: Transformar a México.

“Queremos que nuestro país sea una verdadera sociedad de derechos.”  Con la consecución “de las grandes metas nacionales a las que aspiramos: Lograr un México en paz. Tener un México incluyente. Alcanzar un México con educación de calidad para todos. Construir un México próspero. Hacer de México un actor con responsabilidad global.” En ese orden.

Se quiere transformar, no sólo administrar. Transformación implica modificar las pautas, los paradigmas o patrones culturales que han detenido al país. Visto así, en una disposición pragmática el empeño es inmenso. El pensamiento instrumental se impone y no supone una teoría crítica, lo cual es una deficiencia a ojos vista. Se confía en “La participación social en este proceso es crucial para transformar a México sobre bases sólidas, la sinergia entre sociedad y Gobierno es clave para detonar el desarrollo.” Se tropieza con el lenguaje de sus antecesores, que usaron la palabra sinergia sin entender ni aclarar de qué se trataba, acaso Hocus Pocus, un pase mágico.

Se estima la participación social en un país donde se profundiza la desigualdad social. Habrá que estimular esa participación acotando a los factores reales de poder que son en realidad sociedades de amigos del crimen. Modificar el modelo económico que sólo considera al mercado como el ordenador único de la distribución de la riqueza y creador de la prosperidad. Tal como ha funcionado el modelo ha creado pauperización de los trabajadores y un masivo sector informal que no dejan de ser funcionales al modelo pues con estas distorsiones se garantiza la concentración de la riqueza.

La clave es que la autoridad gubernamental, en un sentido amplio, sea depositaria de la confianza de las mayorías de la sociedad que efectivamente han sido excluidas. Que no se generen vacíos que obligan a comunidades a rebelarse, a que el individuo esté en contra del Estado. Por una civilización de derechos ejercidos que se oponga al darwinismo social imperante que naturaliza la desigualdad y hace ilusoria la comunidad nacional.

Vista así, la gran transformación que se propone vale la pena y tendrá su mayor resistencia en el statu quo.

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