miércoles, 5 de diciembre de 2012

La conducción de las expectativas


 
La circunstancia del cambio de gobierno parte de un consenso implícito, no continuar con el camino de la descalificación y la confrontación. Esa cualidad que se palpa en el ambiente catapulta las expectativas sobre el nuevo gobierno. Algo parecido a lo ocurrido en la primera alternancia. A Vicente Fox se le dijo no nos falles, lo mismo se le pedirá a Enrique Peña Nieto. La diferencia que se aprecia es un esmero por darle al trato y las formas políticas toda la fuerza para simbolizar la unión entre la autoridad y los gobernados, lo que se perdió en estos últimos doce años.

Menuda tarea se tiene por delante. La separación de la aplicación jurídico-administrativa y la chabacanería por privilegiar la actuación gerencial por sobre las obligaciones del servicio público, dejan un aparato gubernamental tocado en algunos de sus segmentos. De ahí la relevancia por reformar la ley que rige a la administración pública federal, la importancia de fundar la comisión anticorrupción y una nueva ley hacendaria. La autoridad del ejecutivo no puede depender del humor del gobernante en turno. La cohesión del equipo gobernante bien puede estar ligada al estilo personal de gobernar, pero la coordinación del aparato público debe ser efectiva y quedar fortalecida en la norma.

Suficiente hemos tenido con la descoordinación que a ojos de la ciudadanía exhibió el gabinete de seguridad en los últimos seis años. Si bien se puede considerar que ha habido un exceso de diagnóstico de lo que el país padece y ha corrido tinta sobre las reformas que México necesita, sin el remozamiento y actualización del aparato público no se tendrán los medios para alcanzar el gobierno eficaz.

Hay cierto hartazgo, si se quiere conceptual y personal, en los casos en los que se quiere sobresaltar una función pública se le confiera la calidad de política de Estado, si eso no ocurre se recurre a encomiar las “políticas transversales” inoperantes si hay un mando diluido que da lugar a echarse la bolita, coloquialmente hablando. La verdad sea dicha, no se llega a ningún lado con esa postulación retórica.

El presidente Enrique Peña Nieto ha propuesto y ha conseguido el aval de las principales fuerzas políticas. Falta hacer explícito quien da la cara para hacerse cargo de cada una de las trece decisiones tomadas, para cada cuestión es pertinente asignar la autoridad federal responsable y eche sobre sus espaldas las expectativas depositadas en el gobierno.

Como diría el clásico: es tiempo de hacer política, política y más política. Y la política de Estado es la que se centra en garantizar la integridad del territorio y el bienestar de la población.

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