Desde que se inició la mudanza del
régimen de la Revolución Mexicana hace ya tres décadas, las reformas a favor
del funcionamiento del mercado han dejado mucho que desear para la mayoría de
la población. Si no estábamos bien no se puede afirmar que estamos mejor. Las
promesas reformadoras no han sido empujadas por un mejor funcionamiento del
Estado de Derecho. Por el contrario, las reformas debilitan al Estado sin
fortalecer a la sociedad en su conjunto. Al menos eso me parece.
Las promesas de la Ley Agraria,
de mayor competitividad, producción y productividad para el campo no se han
cumplido. El efecto medible es la migración, el despoblamiento del campo, desorden
en el crecimiento urbano, territorio a disposición del crimen organizado y la
minería depredadora, así como menor capacidad para producir nuestra propia
alimentación.
Se está a punto de consumar la
reforma laboral que se funda en promesas, mayor competitividad, producción y productividad.
Mienten. Una ley doméstica no gobierna la economía global y se necesita mucho
más para salir mejor librados en la competencia mundial, menos si no se tienen
las características de una potencia política para incidir en los mercados.
Antes de seguir con reformas
económicas o si se quiere seguir con ellas, es requisito tomar la ruta esbozada
hacia un régimen de transparencia –no sólo en el ámbito gubernamental- y de
combate firme a la corrupción –de quien corrompe y es corrompido. La ruta ya se
ve accesoria, no fundamental, pues ya se sueña con la energética y la fiscal.
Si no tiene vigencia el Estado de Derecho las reformas no tendrán el efecto
transformador que se les presume por anticipado.
Pero volvamos a la reforma
laboral, que hasta con dibujos ha tratado de exponer amablemente el diputado
Manlio Fabio Beltrones. Dicha reforma fortalecerá y multiplicará la
organización de los trabajadores. Ayudará realmente a los empleados de empresas
como Wal-Mart y Mac’Donals. Los mineros tendrán mejores condiciones de
seguridad ¿Por qué la gente no ha salido a celebrar la reforma?
Recientemente, el Informe sobre el desarrollo Mundial 2013
(El Universal 24-10-2012) elaborado por el Banco Mundial no hace un buen
pronóstico del entorno laboral mexicano que de por sí ya está deteriorado en
materia de ingreso, servicios de salud y acceso al empleo. Se estiman de 40 a
100 años para recuperar lo perdido. ¿La reforma será capaz de contradecir dicho
pronóstico?
Si antes muchos empleadores no cumplían
con la ley, qué nos dice que ahora sí van a ser cumplidores. Si por algo
fracasó el programa del primer de esta administración que languidece ello se
debió a la negativa de los empresarios de dar de alta en el seguro a sus trabajadores.
El 17 de octubre recién y gracias
a las redes sociales nos enteramos del maltrato de un capataz hacia los
trabajadores de una empresa filial de Samsumg establecida en el municipio de Querétaro.
El hecho no tuvo una gran exposición en las empresas de radio y televisión,
tampoco perturbó el debate parlamentario, ni provocó la proverbial iracundia de
Felipe Calderón. Semanas después nos enteramos de que el 50% de las empresas
establecidas en ése municipio no cuentan con permiso de operación (La Jornada, 09-11-2012) Donde no tiene
vigencia el Estado de Derecho no hay campo fértil para la fructificación de
cualquier promesa reformadora.
Con dogmatismo económico, sin
contexto y carentes de un análisis diacrónico, los legisladores ignoran que la
regulación del mercado de trabajo se estableció para civilizar al capitalismo,
que por algo se le adjetivaba de salvaje en el Siglo XIX.
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