Andrés Manuel López Obrador hizo pública su decisión de separarse de los partidos políticos de la izquierda institucional (Revolución Democrática, Trabajo y Movimiento Ciudadano) Toda una jugada de efectos múltiples, que sin orden de prioridades se propone en esta lista:
Primero, el movimiento social anti régimen conserva a su dirigente más conspicuo y vigente que surgió del antiguo régimen. El movimiento social tendrá conducción y de la claridad de sus propósitos tendrá la opción de congeniarse otros movimientos como el de las víctimas de la guerra en contra del crimen organizado, el #YoSoy132, el de los sindicatos (Mineros y electricistas, entre otros) y el indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Segundo, la izquierda oficial podrá actuar conforme a las obligaciones que le marca la ley en los espacio en los que se comprometió y por lo cual recibe recursos públicos. A diferencia de hace seis años, los partidos de la izquierda, en su desempeño como legisladores y como gobierno local, dejarán la calle y se quitarán de encima el estigma de atentar en contra de las instituciones que le endilgan la derecha y los poderes fácticos.
Tercero, aunque el movimiento no reconoce la autoridad de Enrique Peña Nieto, ello no precisamente derivará en la claudicación del gobierno entrante. Por el contrario, el movimiento podrá adquirir la condición de acicate para quien comandará las instituciones, adquirir potencia y velocidad para remover inercias, consolidar lo que ha denominado presidencia democrática y fortalecer la división de poderes.
Cuarto, el estallido social no es una amenaza, es una posibilidad objetiva resultado del estado en que deja el país Felipe Calderón. El malestar social explota cuando no hay conductores o intermediarios de la protesta social, lo visto la semana pasada en el oriente de la Ciudad de México y del Estado de México es una advertencia. La misma violencia de la delincuencia organizada es ya un estallido social al cual el gobierno panista le dio estatuto de guerra. El estado en el que se entrega la administración saliente es de desastre en términos de la convivencia social rota, Felipe Calderón tendrá que rendir cuentas mientras la movilización social de todos los afectados por su gestión siga viva.
No todo está dicho, ni todo está visto. La ineptitud y la torpeza con la que se han desenvuelto los encargados de la política social y la política económica son parte del problema para realizar una segunda alternancia de terciopelo, como la primera. Estar pendientes y ser prudentes obliga, pues quedan más de dos meses para que se consume el cambio de poder.
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