lunes, 3 de septiembre de 2012

Como llegó se va


 

Felipe Calderón quiere ser recordado como un gran presidente de México. Es un deseo humano y personal, sería absurdo no tener esa aspiración. El asunto es que su deseo tiene dificultades para ser apropiado por los mexicanos. El tiempo y el reposo de los expedientes, que algún día serán intervenidos intelectualmente por el historiador, arrojarán una verdad sobre estos seis años de gobierno por concluir.

De principio a fin la gestión de Calderón inicia y termina rodeada, de manera ostensible, por los militares bajo el encargo de su integridad física. Él sí está blindado en su seguridad. Ayer domingo, el Centro Histórico vio alterada la circulación en sus vialidades para dar cauce al XXX maratón internacional de la ciudad de México. Eso se justificaba por la mañana y hasta recién pasado el mediodía. La obstrucción permanecía, peor aún, se consolidaba con al fuerza pública, incluidos militares vestidos de civil que desde temprano y en pequeños grupos, con discreción, atestiguaban el retiro de las carpas improvisadas para la carrera. Para las siete de la noche las vallas metálicas se extendían más allá del perímetro de Palacio Nacional.

Medidas de seguridad para garantizar el evento de hoy lunes 3 de septiembre, el mensaje presidencial que por la mañana dio Calderón para difundir el sexto informe de gobierno, logros y recapitulación de seis años al frente de las instituciones nacionales. También para hacer el besamanos del adiós y crear la ilusión de que el ritual del día del presidente es una nostalgia que todavía anida en las élites ¿O de qué se trató la reunión de la mañana?

Así empezaron los primeros días de la administración federal en turno, diciembre de 2006, con altas disposiciones de seguridad en el mismo Centro Histórico que para esas fechas anualmente es un hervidero para el mercadeo navideño. La explicación del operativo de entonces era el plantón sobre Paseo de La Reforma que llegaba hasta el Zócalo y que organizó la izquierda para protestar, ese sí, por el fraude electoral.

Como llegó se va, es el sino de Felipe Calderón, pero no tiene que ser el destino del país, la  militarización que no osa decir su nombre. El uso de los militares es corregible, reductible a lo que marca la Constitución.

Con la nueva presidencia que presidirá Enrique Peña Nieto, con el nuevo Congreso en su pluralidad, con las reformas que se anuncian, no tendremos el toque de atención suficiente para sacar al país del marasmo que le aqueja. Faltan las instrucciones precisas para que todos nos sumerjamos en un orden ecuménico de alegría, amor y humildad por medio del cual accedamos a una mejor convivencia entre los mexicanos, que sustituya el lastre deshumanizante de la globalización en su triada de adicciones, entretenimiento y codicia. Lo que nos está haciendo daño. Instrucciones que no vendrán desde donde se gestiona el poder, ni de donde se concentra la riqueza, sino de una sociedad mejor organizada para hacer valer sus derechos frente a los poderes.

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