miércoles, 5 de septiembre de 2012

Bajo perfil


 

Enrique Peña Nieto hizo la presentación de su equipo de transición la mañana del martes 4 de septiembre. Fue un evento de bajo perfil y no vale la pena esmerar interpretación. Así lo quiso.

Tomaremos por guía a Perogrullo. El elenco presentado no es el próximo gabinete, nada más son los encargados de recibir los fierros de la administración saliente, la de Felipe Calderón. El núcleo duro del peñanietismo lo constituyen Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong. Todos los integrantes cuentan con la confianza de Peña Nieto. La base del equipo proviene del Estado de México.

Lo incongruente es integrar al equipo a Rosario Robles, como si se pudiera borrar su relación con el empresario corruptor Carlos Ahumada. Esta designación contradice una de las ofertas del nuevo gobierno.

Lo ofensivo es nombrar a Roberto Campa Cifrián para que se encargue del tema de seguridad, no porque el personaje desconozca en lo absoluto la materia, sino porque salió del PRI por la puerta de la traición ¿A quién se quiere ofender? ¿O a quién se quiere agradar?

Fuera de lo comentado, es una pena que la presentación del equipo de transición terminé por ser recordada por el maltrato al columnista Salvador García Soto, pues siendo invitado personalmente por David López, responsable de comunicación del presidente electo, los operarios de la seguridad no lo dejaron entrar y lo echaron a la calle.

De mayor importancia informativa resultan los acercamientos entre legisladores para concretar la legislación laboral, la reforma que propuso Calderón como iniciativa preferente. El PAN la apoyará con todo, la izquierda la rechazará, el PRI ¿Se dividirá? Es una propuesta que en sus distintas versiones tiene, no obstante, un punto en común: la reducción de los derechos de los trabajadores. Se argumentará que se requiere una nueva legislación para incentivar la productividad y la competitividad a costa de la desprotección de los trabajadores. La legislación vigente, tutelar, ofrece una valorización del trabajador que le da seguridades de una vida mejor conforme acumula horas de trabajo aportadas. Eso ya no parece importar, de lo que se trata es de igualar condiciones entre el trabajador formal del informal.

Es una deshumanización de la relación laboral. Retomando al escritor Enrique Serna, vale considerar que “Nadie puede ser tratado como maquina sin desarrollar un sordo rencor contra la gente que lo ha deshumanizado, y ese rencor, tarde o temprano, se traduce en una merma de la productividad” (Extraído del artículo Herramientas humanas, publicado en la revista Domingo, de El Universal)

Volviendo al tema de origen, se espera que el equipo de transición revise, corrija y cambie los fierros que le entregan, según sea el caso. Que le den resultados a quien los instruyó, que le rindan cuentas a Peña Nieto y, sobre todo, que la sociedad quede convencida de la transparencia y la utilidad del proceso de entrega.

 

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