martes, 24 de abril de 2012

Capitalismo realmente existente




El sábado 21 de abril pasado estalló en el diario global, The New York Times, la denuncia de los sobornos hechos por la trasnacional del comercio minorista, Wall Mart, a diversos representantes de autoridades mexicanas. El efecto ha sido paralizante, la recepción de la información encontró una autoridad federal sin respuesta, ni Hacienda ni la PGR, tomaron el toro por los cuernos. 25 millones de dólares surtió la empresa para obtener autorizaciones para la construcción de supermercados.

Para el día lunes, la bolsa de Nueva York sufrió una sacudida y el gobierno estadounidense no espero a iniciar investigación. Aquí la cosa es diferente, el presidente de la Bolsa Mexicana de Valores se descoció en elogios para la trasnacional. Luis Téllez sigue fiel a su idolatría del mercado. Él, a quien sin caer en injusticia, le podemos considerar el destructor del México solidario. Luis Téllez, la persona que en las últimas décadas y desde distintas posiciones, se ha dado la tarea de dividir a México. Especialista en el uso de información de Estado para beneficios particulares de él. El osito Téllez le decían. La última frase es anecdótica.

Lo relevante para la discusión de la aldea mexicana, es la reiteración de una conducta delictiva que desmiente la teoría idílica de que la economía se mueve al vaivén de la oferta y la demanda. Desmentido persistente en los casos de sobra conocidos y nunca suficientemente condenados por los consorcios de la comunicación y sus columnistas de finanzas. Los primeros porque tienen cola que les pisen, los segundos porque de eso comen. Detrás de toda gran empresa, hay una gran transa.

Así como en su momento, la gente empezó a descreer de los logros del socialismo, a conocer la verdad sobre sus limitaciones, contrastando el ideal con la realidad, hasta dar con la expresión de socialismo realmente existente. Ahora, con los escándalos de la economía desregulada, el desempleo, la pobreza y la devastación del medio ambiente, la idealización del Consenso de Washington –teniendo a Reagan y a la Tatcher como sus épicos personajes- y la imperturbabilidad de la ley del mercado, queda al desnudo frente al capitalismo realmente existente.

Los negocios no se hacen así como así, se requiere hacer sobornos, estafar al consumidor, hacer fraude, utilizar información privilegiada, corromper a la autoridad, abaratar los recursos naturales sin considerar su renovación, todo lo necesario para controlar el mercado, a través del monopolio o de las agencias calificadoras.  Sobreexplotar al trabajador a base de formar desempleo, para después formar el espacio de reproducción de la economía informal hasta columbrar el imperio del crimen organizado. Es el capitalismo realmente existente más allá de la palabrería “riesgo” “competitividad”, sí, pero en los bueyes de mi compadre.

Al final de este desastre, hábilmente encubierto por el entretenimiento, es posible construir un capitalismo democrático que no es enemigo de los derechos sociales y los servicios públicos.


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