La efeméride está ahí, colgada en
el calendario para que en su ocasión nos introduzcamos en el túnel del tiempo.
Al menos eso se proponen las ceremonias oficiales: hablar del pasado para
elogiar el presente. En este caso la conmemoración de La Marcha de la Lealtad.
No es tarea fácil para un alto funcionario, pues la materia de la conmemoración
le exige de asesoría para quedar bien con el pasado y con el presente. Más
difícil es en estos tiempos, donde desde la misma autoridad se vitupera el
pasado con la misma soltura con la que se mantienen prácticas establecidas en
tiempos pretéritos.
Qué rollo.
Los hechos no salen bien librados
de la avalancha retórica para apuntalar un mensaje, es decir, la propaganda
gubernamental sobre su combate al crimen organizado. Y el General cumplió su
encomienda más o menos pertrechada de claves, revelaciones y omisiones.
Créanme, no tenía de otra. Si nos hubiera dicho toda la verdad gran escándalo
se habría liado el General.
“México asiduamente dialoga con
su pretérito para nunca desvincularse de su fundamento.” Qué quiso decir ante
la evidencia de 12 años de gobierno peleado, en franca ruptura con varios
fundamentos constitucionales de este país.
“La conjura se enarbolaba en las
mentes de líderes facinerosos, que ansiaban hacerse del poder perturbando el
orden constitucional.” Por qué se borran los nombres de los facinerosos, qué se
proponían los que liquidaron un gobierno con todo y su gobernante. Acaso nos
debemos saltar esa parte de la lección.
“Las aspiraciones de ayer, son
ahora una realidad”. Pero no tanto, la interferencia de la delincuencia
organizada está evaporando aspiraciones para que no se hagan realidad, de ahí
la necesidad de hacer revelaciones. “El crimen organizado es un gran fenómeno
delictivo de dimensiones cultural, sociológica y transnacional.” O sea que si
el crimen organizado ha generado “valores” y prácticas (cultura) que han sido
adoptadas por la sociedad (dimensión sociológica) y se reproducen más allá de nuestras
fronteras (dimensión transnacional). Entonces, si es así, más complicada se
pone la cosa y para ello se tiene que empezar por catalogar esos “valores” y
describir las pautas de conducta que se le asocian, y esa elaboración no lo ha
hecho la autoridad competente.
Y si en verdad se tienen ganas de
enredar la explicación de los intrincados momentos que vivimos lo primero que
se tiene que hacer es enredarse con la metáfora: “En la ciencia biológica, un
ente nocivo, una vez que invade un organismo, inicia su labor predatoria para
después, mutando, incrustarse parasitariamente, y establecer una simbiosis, en
la que ya no es posible distinguir diferencia alguna entre ambos cuerpos.
Metafóricamente hablando, ello ocurrió con la delincuencia organizada en nuestro
país.”
Explicar la actualidad con las
lecciones del “darwinismo social” bajo el brazo no ayuda mucho, es tanto como
aceptar la futilidad del Estado, de la ley y de las instituciones, de la
inteligencia que nos ha permitido vivir fuera de la ley de la selva.
Después de la metáfora, la
simplificación tiene permiso. El fraseo sobre el origen y la evolución del
crimen organizado: de las pandillas a las grandes bandas, sin datos ni contexto
no dice nada. Lo que acalambra es la revelación que concluye la evolución
delictiva: “En la dilatación de este proceso, la situación se tornó aún más
grave. En algunas regiones del país, la delincuencia organizada se apropió de
las instituciones del Estado. Y en ese apoderamiento, diversificó sus ominosas
actividades para despojar a la sociedad de lo que por derecho le corresponde,
generando un clima de violencia inusitado.
“Es evidente que en aquellas
latitudes del territorio nacional, el espacio de la seguridad pública está
totalmente rebasado. Es menester reconocer que es la seguridad interior la que
hoy se encuentra seriamente amenazada.”
Con esta declaración la
conclusión del respetable fue abrumadora: la estrategia inaugurada en diciembre
de 2006 no ha funcionado en relación con los resultados revelados, los de un crimen
organizado más poderoso.
Y lo que no dijo el General, lo
que sabe pero no puede decir pues la lealtad es su divisa. No informa a la
audiencia sobre el gran fracaso del Ejército en la formación de grupos
especializados que finalmente terminan enrolándose en la delincuencia
organizada (el caso de los GAFES y su trasformación en Zetas) Tampoco habló de
las instrucciones norteamericanas recibidas por las autoridades mexicanas y que
no resuelven el mal, pero como degradan la soberanía.
Bueno, uno tiene que dudar de que
esta especie discursiva la haya hecho el General, mejor es suponer que sólo le
dieron a leer la pieza redactada en Los Pinos.
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