Soy de las personas que ha
caído en el error de no aceptar que efectivamente en México ha ocurrido un
cambio de régimen. Es sencillo incurrir en ese error si sólo se hace analogía
de las prácticas políticas de antes y después de la alternancia. Sobre la base
de las semejanzas –autoritarismo, corrupción, impunidad- pareciera que estamos
bajo el mismo régimen aunque ya no exista un partido hegemónico. Lo que no
checa es la falta de formación ciudadana, por eso uno piensa que las cosas no
han cambiado. También cuando leemos esa prensa que se desvive por justificar al
gobernante en turno. El pluralismo podría ser un signo de cambio pero con el
rejuego que se ve al interior de las fuerzas políticas lo que se ve con
claridad es el tribalismo electoral. En todas.
Cuál es la característica
del nuevo régimen.
Una es el desprendimiento de
la iniciativa privada de la sociedad civil. Gracias a las reformas de las
últimas décadas se recreó el capital como factor real de poder. Su consecuencia
fue el debilitamiento del poder político formal y de los políticos. Todo en
aras de fortalecer la capacidad de decisión de los empresarios, de los grandes
consorcios para ser precisos. Lo reformado ha servido para darles más
injerencia, no precisamente responsabilidad, pues bien sabemos que no le rinden
cuentas a nadie y si de eso de trata, el marco legal les resulta muy generoso,
el caso de Mexicana de Aviación o de Industrial Minera México, símbolos de
corrupción e impunidad.
No hay político que no se
baje los calzones ante los grandes empresarios, incluidos los políticos de
izquierda. La vida nacional se organiza para darles seguridad a los
inversionistas, la población puede esperar. Este fortalecimiento de los
empresarios no ha sido correspondido con una verdadera ampliación de la generación
de riqueza, ni hablar de su distribución. El concepto de negocio no está
perfectamente casado con la generación de riqueza. Los negocios se conjugan con
el verbo apañar.
Pero hay un plano donde el
traslado de poder, el dañino cambio estructural que hemos sufrido los
mexicanos, ha sido negativo para toda la sociedad. Me refiero a la seguridad
cuya expresión máxima la tenemos con el actual gobierno de Felipe Calderón.
Pero no empezó con él, sólo se profundizó la inseguridad. Se empezó por poner
rejas en la vialidad pública de zonas habitacionales, residenciales en primer
lugar. De ahí en adelante la proliferación de empresas privadas de seguridad.
Que no han sido la solución pero que han evidenciado la disminución de los
poderes establecidos, el fracaso del Estado. En un Estado fuerte no se cierran
calles, ni se contrata en cantidades industriales seguridad privada (algo que
sólo era imaginable para los bancos y las grandes empresas) El Estado se
disminuyó y su principal oferta no la puede cumplir: la seguridad.
Otro ejemplo de la
disminución del Estado está a nivel municipal. Se promovió, con el auxilio de
instituciones como el FOVISSSTE y el INFONAVIT, desarrollos inmobiliarios sin
considerar las capacidades de cada municipio para surtir servicios e
infraestructura que le son inherentes. Un ejemplo a la vista es el municipio de
Emiliano Zapata en Morelos. Los beneficiarios fueron las empresas
desarrolladoras, no la población. Las decisiones se tomaron para darle margen
de acción a las empresas constructoras de vivienda sin considerar la capacidad
de los municipios para dar servicios. El propósito fue el negocio, no el
desarrollo. No es lo mismo.
Bueno, espero haber sido
claro en pincelar lo que llamo nuevo régimen. Créanme que no soy pesimista, la
realidad se impone y me insulta la propaganda electoral que omite el
reconocimiento del nuevo viejo régimen establecido y no quiere cambiar el
actual estado de cosas.
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