lunes, 16 de enero de 2012

El nuevo viejo régimen




Soy de las personas que ha caído en el error de no aceptar que efectivamente en México ha ocurrido un cambio de régimen. Es sencillo incurrir en ese error si sólo se hace analogía de las prácticas políticas de antes y después de la alternancia. Sobre la base de las semejanzas –autoritarismo, corrupción, impunidad- pareciera que estamos bajo el mismo régimen aunque ya no exista un partido hegemónico. Lo que no checa es la falta de formación ciudadana, por eso uno piensa que las cosas no han cambiado. También cuando leemos esa prensa que se desvive por justificar al gobernante en turno. El pluralismo podría ser un signo de cambio pero con el rejuego que se ve al interior de las fuerzas políticas lo que se ve con claridad es el tribalismo electoral. En todas.



Cuál es la característica del nuevo régimen.



Una es el desprendimiento de la iniciativa privada de la sociedad civil. Gracias a las reformas de las últimas décadas se recreó el capital como factor real de poder. Su consecuencia fue el debilitamiento del poder político formal y de los políticos. Todo en aras de fortalecer la capacidad de decisión de los empresarios, de los grandes consorcios para ser precisos. Lo reformado ha servido para darles más injerencia, no precisamente responsabilidad, pues bien sabemos que no le rinden cuentas a nadie y si de eso de trata, el marco legal les resulta muy generoso, el caso de Mexicana de Aviación o de Industrial Minera México, símbolos de corrupción e impunidad.



No hay político que no se baje los calzones ante los grandes empresarios, incluidos los políticos de izquierda. La vida nacional se organiza para darles seguridad a los inversionistas, la población puede esperar. Este fortalecimiento de los empresarios no ha sido correspondido con una verdadera ampliación de la generación de riqueza, ni hablar de su distribución. El concepto de negocio no está perfectamente casado con la generación de riqueza. Los negocios se conjugan con el verbo apañar.



Pero hay un plano donde el traslado de poder, el dañino cambio estructural que hemos sufrido los mexicanos, ha sido negativo para toda la sociedad. Me refiero a la seguridad cuya expresión máxima la tenemos con el actual gobierno de Felipe Calderón. Pero no empezó con él, sólo se profundizó la inseguridad. Se empezó por poner rejas en la vialidad pública de zonas habitacionales, residenciales en primer lugar. De ahí en adelante la proliferación de empresas privadas de seguridad. Que no han sido la solución pero que han evidenciado la disminución de los poderes establecidos, el fracaso del Estado. En un Estado fuerte no se cierran calles, ni se contrata en cantidades industriales seguridad privada (algo que sólo era imaginable para los bancos y las grandes empresas) El Estado se disminuyó y su principal oferta no la puede cumplir: la seguridad.



Otro ejemplo de la disminución del Estado está a nivel municipal. Se promovió, con el auxilio de instituciones como el FOVISSSTE y el INFONAVIT, desarrollos inmobiliarios sin considerar las capacidades de cada municipio para surtir servicios e infraestructura que le son inherentes. Un ejemplo a la vista es el municipio de Emiliano Zapata en Morelos. Los beneficiarios fueron las empresas desarrolladoras, no la población. Las decisiones se tomaron para darle margen de acción a las empresas constructoras de vivienda sin considerar la capacidad de los municipios para dar servicios. El propósito fue el negocio, no el desarrollo. No es lo mismo.



Bueno, espero haber sido claro en pincelar lo que llamo nuevo régimen. Créanme que no soy pesimista, la realidad se impone y me insulta la propaganda electoral que omite el reconocimiento del nuevo viejo régimen establecido y no quiere cambiar el actual estado de cosas.


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