El proceso electoral consta de
cuatro etapas: preparación, jornada comicial, presentación de resultados y
dictamen con todo y declaración de validez. Estamos todavía en la preparación,
larga etapa en la que todo puede pasar.
Desde Los Pinos existe la
convicción, el ansia fuerte y loca, de evitar el triunfo del Partido
Revolucionario Institucional o del candidato de la izquierda, Andrés Manuel
López Obrador, según se dé el resultado. La alternancia no se ve en el
horizonte de lo que desea Felipe Calderón. No, él quiere institucionalizar una
nueva era de glaciación de color azul. Para tal propósito, contaminar el
proceso electoral con expedientes judiciales es una acción muy a modo pues en
sí no representa violación de la legislación electoral. Se dirá que sólo se
busca perseguir el delito.
Pero primero va el uno y luego va
el dos. Esto es, en una primera etapa de lo que se trataría es descarrilar la
locomotora priísta, la candidatura de Enrique Peña Nieto. Reactivar o abrir
indagatorias, tengamos presente que ya empezó con uno de sus correligionarios
–Vicente Fox- y no es que a Calderón le apure el enriquecimiento inexplicable
del ex presidente. Nada de eso. Lo que inquieta del guanajuatense son sus dotes
de profeta y a quien quiera oírlo le ha expresado que el próximo presidente de
México será el ya citado Peña Nieto.
El caso es que la Procuraduría General de la
República, con una actuación gris respecto a una de sus principales
encomiendas, como lo es combatir el crimen organizado, donde ha tenido un bajo
perfil, jala para sí todos los reflectores como brazo de la persecución
política del gobierno federal. Ya empezó incautando el trasiego de millones de
pesos del gobierno priísta de Veracruz el viernes pasado. Ayer lunes 30 de
enero lanzó otro “bazucazo” a tres ex gobernadores priístas de Tamaulipas. Pero
de qué se trata esta enjundia persecutoria. Se busca detener el regreso del
PRI, de acabar antes de las elecciones con las aspiraciones del mexiquense. Si
eso se logra antes de que inicien las campañas a fines de marzo, entonces
vendrá el dos.
Liquidado el priísta viene la
siguiente operación: detener a López Obrador con la reactivación de la campaña
negra y la emisión de “bazucazos” procedentes del presupuesto federal para
disuadir el voto a favor del tabasqueño. Neutralizada la oposición desde Los
Pinos se considera que hasta con un candidato que es antítesis del carisma y
además pendenciero, el PAN tiene asegurada por un nuevo sexenio la presidencia
de la república. Eso es lo que creen.
Pero yo creo y espero que la
ciudadanía castigue a Acción Nacional en las elecciones federales de julio
próximo, de manera clara y contundente, relegándolo al tercer lugar. Quien ha
sembrado la discordia entre los mexicanos no merece un refrendo de otros seis
años. La oposición, por su parte, no se puede confiar ante un presidente faccioso
y marrullero, mentiroso y que nos ofende con su cínica sonrisa. Quien además
acomoda la versión de los hechos sin conceder nada a los adversarios. Sólo su
“verdad”. El otro día en Davos, justo cuando hizo la recomendación a los
europeos de utilizar la bazuca, Calderón recordó elogiosamente un episodio que
ocurrió en tiempos de Bill Clinton, el salvamento financiero de la economía mexicana
que entró en crisis con Ernesto Zedillo. No dijo que eso sucedió en tiempos
donde el PRI era gobierno, ni tampoco informó sobre los costos del salvamento
en materia de soberanía. En fin, hay que considerar que una verdad a medias
termina por ser una mentira completa. No sé si alguien lo dijo ya pero suena
bien.
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