Antes de que despeguen
formalmente las campañas del 2012, el
proceso tiene varias etapas hay que recordarlo, cualquiera del público puede
estar perfectamente confundido. Indistintamente, precandidato y candidato
“presidencial” son sinónimos en tanto nos referimos a aspirantes al máximo
cargo de gobierno de este país. Hay una zona de claroscuros que tiene un
nombre: forcejeo. La disputa por las candidaturas para el conjunto de los
puestos de elección popular forma un claroscuro o son parte de él.
En la semana se ha comentado
hasta la saciedad la cancelación voluntaria de la alianza entre el PRI y el PANAL,
que se hizo pública el viernes pasado por la noche. Y las cosas que se han
dicho son un monumento a la contradicción. Que si la ruptura es real o
ficticia, que si el afectado es un partido o el otro, incluso se habla de
porcentajes de los “votos” posibles que pierde Enrique Peña Nieto.
Especulación.
En el PAN, el debate de sus
precandidatos está afectado por la “supuesta” intervención de Felipe Calderón
con el ánimo dejar su huella en la consulta interna. Si no es Cordero irá por
una Josefina sometida. Nunca por Santiago Creel. Hasta cabría la opción de
candidato sustituto. Roberto Gil Zuarth como el Zedillo del PAN.
Inédita es la concordia que se da dentro de las izquierdas con la postulación
de Andrés Manuel López Obrador, quien se da el lujo de corregir su actuación de
las elecciones del 2006 y aparece como el amigo de los empresarios. Tan
desahogada parece la actuación de AMLO que se da la libertad de ir desgranando
los nombres de su gabinete. Tanta suficiencia es cautivadora frente a la
repugnante rebatinga que ofrecen sus partidos rivales.
En el fondo, la mayoría de los
ciudadanos no sabemos qué está pasando y los medios, incluidas las redes
sociales, son parte de la bruma más que de la claridad. Todo el día se emiten
mensajes de por quién votar o no votar. Se pierde tiempo en la descalificación
y en el escarnio, poco se hace por formar un compromiso nacional que trascienda
a las mismas fuerzas políticas. No se hace el planteamiento simple, para el
dominio público: dónde está el país y hacia dónde se quiere conducirlo. Se toma
la salida falsa de las reformas. No se ha terminado de digerir el ciclo de
reformas que inició Carlos Salinas de Gortari y se clama por más reformas.
Hace falta mucha imaginación para
sortear pacíficamente este año 2012. Pensar no sólo en el planteamiento
económico, como lo sugiere Guillermo Ortiz, ahora directivo de Banorte y
empleado de Roberto González Barrera. Padecemos un orden económico que se
distingue por ser muy eficiente para concentrar la riqueza, tanto como por su
incapacidad para generarla sin ahondar las desigualdades.
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