México era un país insignia de
progreso, al menos para Latinoamérica. Me apena que eso ya no sea realidad,
gobernantes lacayunos nos han devuelto a un pasado que creíamos sepultado: clericalismo,
militarismo y un capitalismo corporativo con aroma a hacienda porfiriana.
No todo es noticia que apunta en
ese sentido. Tres nuevos Consejeros del Instituto Federal Electoral que pueden
revertir la mediocridad de los seis que están instalados. Si no lo hacen no los
culparemos, los comprenderemos.
El discurso del Ministro Juan N.
Silva Meza, con motivo de su informe de labores da aliento, esperanza y
realidad de que el Poder Judicial, al menos, se presume independiente y crítico
del Ejecutivo. No puedo aventurar más.
Duele que el asesinato de dos estudiantes
normalistas rurales en Guerrero, que realizaban una toma de autopista y eran
custodiados por las “fuerzas del orden” hayan
sido cazados sin que se sepa quién fue. Las condiciones en un Estado de derecho
vigente no habrían supuesto el hecho ni como hipótesis. La autoridad municipal,
estatal y federal dieron muestra de no estar coordinadas, mucho menos
preparadas. Molesta que quien se supone conductor de los destinos nacionales,
Felipe Calderón, no haya hecho pronunciamiento alguno respecto a ése crimen. No
ha solicitado cadena nacional, ni su vocera ha dado comunicado alguno. Como si
lo ocurrido fuera de otro planeta.
Vemos como avanza la reforma
¿estructural? Para legalizar el activismo público de las iglesias, cuando su
libertad y su campo de acción es del ámbito privado. Se olvidan el costo en términos
de intolerancia y, sobre todo de sangre derramada, que significa darles más
poder a las iglesias. Si estábamos bien en materia religiosa gracias a la
llamada Ley Calles, quien por cierto fue fundador del PRI, por qué se concede
con tal gratuidad el retroceso. Las iglesias a sus templos. Quien quiera entrar
que entre, quien no, pues no. Esto es consecuencia del reconocimiento virtual
que se hizo a la iglesia católica en tiempos de José López Portillo, que abrió
un proceso de fortalecimiento de la jerarquía católica, al que se opuso Jesús
Reyes Heroles. Lo sabrá Emilio Chuayfett, quien se presume albacea de las citas
del Tuxpeño. Lo entiendo del panista Javier Salazar. Y algo tienen en común
estos dos diputados, su vinculación a actos de asesinato colectivo: Acteal y
Pasta de Conchos.
Se sienten tan seguros y
conformes desde la derecha, que el alienígena Roberto Gil Zuarth considera que
Felipe Calderón está en Los Pinos por la gracia de Dios. Entonces, ley,
instituciones y voto ciudadano son una quimera. Quien está en el poder es por decisión
divina. Es una ofensa, un insulto al orden civil tal afirmación. En un fraseo
irresponsable se derruyó la modernidad y las prendas ilustradas que nos separan
del oscurantismo medieval.
De qué nos culpa Dios para
castigarnos con estos gobernantes. La consternación de Abraham se entiende.
Digo, si reviramos en su lógica su festinación.
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