La democracia plebiscitaria que vivió México durante mayor parte del siglo pasado tenía un pluralismo de ornato. El resultado de la mayoría de las elecciones estaba preestablecido desde la enunciación del candidato del partido hegemónico. Las reformas sucedidas desde 1977 han considerado la incertidumbre de los resultados electorales como la demostración de que la competencia entre partidos es real, demostración de que la voluntad ciudadana tiene un papel decisivo. Ha sido un largo camino el recorrido para que la democracia (electoral) sea creíble. Es así por exigencia de la ciudadanía y el consenso de las fuerzas políticas.
No obstante, después de colmada la alternancia política en el año 2000, se ha venido abriendo paso una actitud retrógrada que quisiera volver al esquema de resultados electorales consolidados con anterioridad al día de las elecciones. Saber quién es el bueno antes que considerar que es lo mejor para el país, qué proyecto se requiere para atender las necesidades materiales y espirituales de un pueblo prostrado en la pobreza y la ignorancia.
Ya en su oportunidad, Vicente Fox quiso imponer en una primera intención a su sucesor. Un fuerte movimiento opositor lo llevó a imponerse sobre el candidato que no quería que ganara. Para ello el señor Fox se valió de campañas negras e intervino a favor del candidato de su partido. Había otros interesados en incidir para predeterminar antes de la elección al ganador: los poderes fácticos debidamente orientados por la industria de la radio y la televisión. Todos sabemos que el resultado del 2006 no fue contundente e inobjetable, que lejos de traer la tranquilidad del deber cumplido en cada ciudadano, el karma de unas elecciones en las que se traficó con cuotas de votos en lugar del sufragio libre, nos devolvió una sociedad dividida, polarizada.
Por ello la reforma electoral siguiente al accidentado proceso electoral federal incluyó una serie de restricciones para contener la pretensión de cargar los dados y devolvernos al esquema de elecciones arregladas. Se ha dicho que la reforma limitó la libertad de expresión y no veo qué individuo que afirma tal cosa realmente le haya sido cancelada su libertad de expresión. Sí afecto la manga ancha para enriquecerse en la radio y la televisión con la venta de tiempo aire para la propaganda político electoral. Eso les dolió y su molestia la han tratado de falsear como un atentado a la libertad de expresión. Donde lloran está el muerto y esos pillos ya han encontrado la manera de beneficiarse de recursos públicos para mantener sus negocios viviendo de la cartera de comunicación social según nivel de gobierno.
A pesar del ánimo reformador para fortalecer el principio del sufragio libre y efectivo, existe una poderosa corriente que quiere reinstalar la imposición porque ya no quiere más experimentos democráticos. Hay grupos que quisieran tener a esta fecha, en este momento, la certeza de saber quién es el sustituto que ocupará el lugar del actual presidente. Está el grupo del presidente Calderón, urgido de asegurarse el sistema de prebendas alcanzado en su gestión y, sobre todo, tener garantías de que no serán indiciados y llevados a la cárcel. Están los poderes fácticos que buscan mantener sus privilegios y anticipar la seguridad de negocios futuros. Hay intereses que no quieren el juego democrático que ose modificar el arreglo neoliberal que hoy nos asfixia. Por el contrario, quieren un proceso altamente manipulable para realizar sus ansiadas reformas estructurales, aunque nadie les ha dicho que el consenso de Washington ya hizo agua. Son gente que no sale a la calle, al campo, a los barrios, a los ejidos y comunidades. Ni banqueta, ni parcela han ofendido las suelas de sus zapatos. Si por casualidad abandonaran sus búnkeres, sus transportes blindados y sus aparatos de seguridad para contactar con la gente real, estoy seguro empezarían a razonar sobre una aportación de fondo, no de caridades, para modificar las condiciones de existencia de la mayoría de sus desconocidos compatriotas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario