lunes, 11 de abril de 2011

En qué se parecen



Nadie se baña dos veces en el mismo río. Eso se dice que está inscrito en algún fragmento de Heráclito. Es un desafío en contra de lo que se repite como invariante a lo largo de muchos años. Cuando se trata de pueblos o culturas, el río del inconsciente colectivo desafía la afirmación del filósofo de Efeso. México es un país que puesto en la ruta del cambio no ha alcanzado ese destino final. En nuestra cultura política nos bañamos en el mismo río, persisten las expresiones del “destape” cuando un político avisa de sus intenciones por disputar un puesto de gobierno ejecutivo sujeto a elecciones. Se habla de “cargada” cuando se da el torrente de adhesiones a favor de una postulación para ejercer un cargo. Increíblemente la clase política y la prensa escrita, por extensión, siguen aludiendo a los prospectos para ser candidatos a la presidencia como “caballada”. Todavía se sigue calificando de “fraude” a las elecciones que dividen y no forman consensos duraderos. Nos seguimos rindiendo ante la especulación de quien será el “bueno” para la presidencia de la república, evitando la discusión sobre lo que será lo mejor para el país. Importa más el supuesto Salvador que los propósitos y las propuestas.

 
Como la democracia mexicana se salió del camino de la transición esto ha generado malestar, pues no se encuentra una separación radical del antes y el después, del régimen del partido casi único al régimen del partido que quiere ser único.

 
Lo dicho no es una promoción del conformismo, la contrahechura en la que se ha desviado la democracia mexicana ha tenido en la violencia del crimen organizado un punto de inflexión negativo debido al gobernante que le declaró la guerra. Y en eso de gobernantes incapaces de conducir al Estado también hay repeticiones.


En qué se parecen Slobodan Milosevic, desaparecido gobernante serbio de ex Yugoeslavia, y Felipe Calderón, presidente de México. Guardadas las proporciones, ambos gobernantes no supieron dar cauce a la transición política hacia la democracia de sus respectivos países. Teniendo condiciones para llevar a un mejor estadio a sus pueblos los estancaron en la violencia. Por motivos diferentes, en uno las diferencias étnicas-regionales, en el otro la delincuencia apostada en regiones, llevaron a padecer un baño de sangre en su poblaciones respectivas. Actualmente, en la ex Yugoeslavia la guerra ha cedido su lugar a los arreglos políticos.

 
En México, la conflagración producida por la guerra en contra del narcotráfico no encuentra límite de finalización hasta dentro de siete años, según Genaro García Luna –secretario de seguridad pública federal- o hasta que se creen policías únicas en los 32 estados de la república, según Calderón. Lo que ocurra primero.


Mientras tanto, al margen de las semejanzas que se puedan sugerir, cada día crece más el convencimiento de que la gestión de Felipe Calderón ha sido un estorbo para la convivencia entre los mexicanos.







1 comentario:

Fiat Domingo dijo...

Es conocido también el mito del eterno retorno de lo mismo. La rueda inacabable y mágica, aparentemente constante y monótona, irreversible pero permanente, del mundo humano. Todo vuelve a pasar al final del día, pero no pasa de la misma forma. El río tiene un cauce que es, de nuevo, aparentemente el mismo, el agua que transita por el, forma parte de un flujo perpetuo, común, tribal, pero el río no se ha movido. Creo que vivimos en una paradoja, el problema es olvidar el olvido, olvidar que vivimos en duradera contradicción que es la vida y la existencia singulares como acontecimientos y lenguaje.

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