El jueves 10 de marzo llegaron al Congreso de la Unión dos iniciativas de ley, una impulsada por el grupo parlamentario del PRI en el Senado, la otra por la fracción priísta en la Cámara de Diputados. Una iniciativa, la de la reforma hacendaria, ya la venía promoviendo el senador Manlio Fabio Beltrones. La otra iniciativa, la laboral, se trabajaba en San Lázaro y se esperaba su presentación hasta el próximo mes de abril. La coincidencia en la fecha de presentación ha sido especulada como el principio de la lucha interna del viejo partido para definir a su candidato presidencial. De un lado, el mencionado Beltrones, del otro Enrique Peña Nieto a través de Francisco Rojas Gutiérrez, quien por cierto se apresuró a demeritar hace semanas la propuesta del exgobernador sonorense.
En la presentación de las iniciativas se registra la exposición de los dos aspirantes. Esto llama la atención porque precisamente el proceso para seleccionar al candidato del PRI que disputará la presidencia de la república será la tarea, el encargo más importante que tiene que resolver el próximo invierno Humberto Moreira. De ahí que no se valga desde ahora negar las diferencias, pues los grupos dentro del PRI ya se están alineando hacia uno y otro aspirante. Como siempre ha sucedido. Se trata, eso sí, de dar la certeza de que la lucha por la postulación no hará perder de nuevo al PRI. Si no se ofrece esa garantía al electorado anticipadamente se estará encareciendo el voto.
En el dosmil el PRI actuó dividido, por un lado iba la campaña de Francisco Labastida y por otro la operación desde Los Pinos con Ernesto Zedillo. En el 2006 se trató de una variación para tropezarse con la misma piedra, con la diferencia de que se constituyó dentro del PRI una oposición contra uno de los aspirantes, el que resultó candidato. Roberto Madrazo hacía su campaña por un lado y un grupo de gobernadores operaba en sentido contrario. ¿Está condenado el PRI ha repetir la experiencia y no aprender de sus errores?
Los aspirantes están más que perfilados, en eso ya no hay engaño posible. Entonces a qué le tira la nueva dirigencia priísta, a gestar una experiencia realmente democrática que fortalezca a la organización como opción ante los electores. O se embarcará en un proceso de simulación. De ser lo segundo es posible que al día siguiente de seleccionar el candidato priísta para contender por la presidencia se le regale, en automático, un candidato a Felipe Calderón que se asuma como expriísta. Y no se trata de una ocurrencia. Guerrero, Oaxaca, Puebla y Sinaloa son los ejemplos más recientes, pero no los únicos.
Por eso la pregunta: a qué le tira el PRI.
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