Se quiere resolver en los medios lo que por naturaleza corresponde a las facultades de los poderes constituidos. La estrategia felipista de combate al narcotráfico no ha fallado, es la correcta y además es la única. Quienes fallan son los medios que no han sabido comunicar favorablemente para el gobierno los acontecimientos relacionados con la “guerra”. Ése es el debate que ha puesto sobre la mesa el gobierno, en consecuencia, prioridad de la agenda nacional sobre cualquier otro tipo de información.
Si seguimos hablando del mismo tema del crimen organizado es porque el mismo gobierno se ha encargado que así sea (La comunicación del Presidente) Es inexacto e injusto señalar que los medios se han encargado de priorizar el tema. Todos los días nos enteramos de informaciones gubernamentales (y estadounidenses) que nos remiten invariablemente al asunto. Información a la que no pocas veces le falta precisión, por ejemplo, no sabemos cuando concluirá la “guerra” pues distintas fuentes del gabinete de seguridad no coinciden en el pronóstico.
Pasa el tiempo y el tema lo manipula con desparpajo el gobierno de los Estados Unidos. Ya tenemos declaraciones de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que solicita apoyo para el presidente Calderón pues lo ve muy aislado en su “guerra”. La DEA de plano se mete a la política interna, a la sucesión presidencial en México, en voz de Anthony Plácido expresa la preocupación de allende la frontera sobre la continuidad en esta lucha ahora que se vaya Calderón -antes o en su momento, no se aclaró- como si las instituciones y el país entero dependieran de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Como si los Estados Unidos hubieran resuelto el problema del narcotráfico y dejaran de lanzar alertas por la inseguridad en México.
En el trayecto, el presidente Calderón no ha tenido la deferencia para con sus gobernados de fundamentar constitucionalmente su “guerra”, la ha manejado, eso sí, como una serie bélica de televisión, no como un documental que se esfuerza por incluir información narrada que refuercen las imágenes, serie orientada más al drama que a una bien fundamentada acción del Estado. Por ello es que no encontramos en esta historia la invocación del Artículo 73 de la Constitución donde señala que es facultad compartida del Congreso hacer la declaratoria de guerra de acuerdo a la información proporcionada por el Ejecutivo. Igualmente se omite el Artículo 89 que apunta como una de las facultades del Ejecutivo, en su fracción VIII: “Declarar la guerra en nombre de los Estados Unidos Mexicanos, previa ley del Congreso de la Unión.” O sea que Felipe Calderón ha declarado su “guerra” saltándose la Constitución.
Se puede decir que es una licencia retórica que se ha conferido el Presidente, que hay otras disposiciones jurídicas que justifican plenamente el combate al crimen organizado. Seguro que las hay, pero él las ha obviado en aras de una legitimidad que no alcanzó en las urnas. Ha preferido hablar de “guerra” y adoptar una pose de salvador, el Mesías Michoacano o de Puruándiro (Buen título para una futura obra de Enrique Krauze)
Al final del día el Presidente, en su megalomanía desinformada, se ha dado cuenta que se metió en el pantano y no sabe como salir de el. Acusa a los medios, mañana lo hará a la sociedad. Y la desesperación lo lleva a un giro de 180° en su retórica desastrosa: ahora inaugura una nueva operación Paz en la Frontera con milquinientos marinos al frente.
No es el momento de acusar a los Apologistas y descalificar a los Estadistas fallidos.
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