Se trata de una función de la comunicación que mediante la repetición del mensaje lo fija en la mente del destinatario. En estos días la ciudadanía ha sido sometida a la reiteración inclemente del mensaje presidencial con motivo del tercer informe de gobierno de Felipe Calderón. Desde el monólogo de Palacio Nacional del 2 de septiembre, que a diferencia de otras alocuciones no incurrió en coloquialismo o improvisaciones de mal gusto. Esa fue la diferencia. Le antecedieron la serie de spots –que todavía siguen en el aire- por radio y televisión, le sucedieron las entrevistas en una estrategia selectiva de comunicadores para interrogar al Presidente, demasiado calculada y controlada, como para dejar en Joaquín López Dóriga, Javier Alatorre, Ciro Gómez Leyva, y los demás seleccionados, un tatuaje en su frente con la imagen de Calderón.
Uno de los efectos posibles del despliegue de esta artillería presidencial de medios, que ha bombardeado a toda la sociedad, se podrá apreciar con claridad cuando llegue la propuesta de la miscelánea fiscal y el presupuesto de egresos de la federación al Congreso, para que ahí se discuta, modifique y apruebe. Sólo entonces se podrá aquilatar si hay un acuerdo sólido entre la presidencia de la república, los representantes populares y los gobernadores. Mientras tanto, queda en claro que lo que el Presidente quiso decir con todas sus letras en Palacio Nacional fue la exclamación: ¡Que venga el PRI! Ya veremos bajo qué condiciones se atiende ese llamado por parte de los priístas, pues según Francisco Rojas, quieren regresar a Los Pinos pero no para administrar un tiradero.
Otro signo del acuerdo lo constituyen los cambios en el gabinete. Los relevos de hoy lunes en la Secretaría de Agricultura y en la paraestatal PEMEX y la propuesta de nuevo Procurador General de la República que ratificará el Senado nos dirá si va cuajando el entendimiento entre el gobierno de Felipe Calderón y el PRI ¿Será suficiente? Depende de la respuesta de la sociedad, si se siente incluida o considera que lo que venga del gobierno le es ajeno, distante, que no responde a sus acuciantes necesidades. Por algo Felipe Calderón sigue proyectándose para decirnos que quiere estar cerca de la gente. El problema es que son ejercicios mediáticos donde lo que falta es la espontaneidad de los ciudadanos, no son verdaderos acercamientos. Tanto el inicio oficial de la conmemoración de Bicententenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, como el diálogo con cien ciudadanos del domingo pasado, dejaron ver un Presidente aislado, en actos de plástico, sin entusiasmo colectivo. Actos hechos para redundar el 2 de septiembre y que la prensa sólo mencionó por cortesía o por pena ajena.
Un tercer signo será el concerniente a la reorientación del combate al narcotráfico, si cambia la pendiente de la exhibición de violencia que la magnifica o simplemente la refleja, pero que asusta y requiere de un compromiso de todas las fuerza políticas.
Ya basta de gobernar con los medios electrónicos en exclusiva, que a base de repetir se pretende encontrar la afirmación positiva de la sociedad. Lo cual se dificulta si responde con tanta lentitud a la demanda específica de casos excepcionales, unos dolorosos como las exigencias de los padres de los niños muertos en el incendio de la guardería ABC de Hermosillo. Tres meses se han cumplido y se siguen deslindando responsabilidades. Otros casos inadmisiblemente tortuosos, como la toma de nota de los dirigentes del Sindicato Mexicano de Electricistas. Es entonces que la intervención mediática de Felipe Calderón se hace polvo y no lleva a ningún lado distinto que no sea la exasperación.
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