Cuarenta y cuatro infantes fallecidos en Hermosillo, Sonora. Los niños, que estaban bajo la “atención” de una guardería privada, fueron presa de los gases y las llamas producidas por un incendio de una construcción aledaña que se prolongó a las instalaciones de cuidados infantiles, el viernes cinco de junio al caer la tarde. No se sabe como inicio el incendio. Sí se sabe que el establecimiento es una mala adaptación de una nave industrial, carente de las especificaciones de seguridad requeridas para el uso de cuidado a menores. También se sabe que el servicio es una subrogación el IMSS hizo a la iniciativa privada y que hace semanas había sido revisada la operación de la guardería, sin hacerse recomendaciones de adecuación necesarias. Y qué decir del uso de suelo otorgado por el municipio. Para las autoridades competentes todo estaba bien. Ya vemos que no.
Como ocurre en estos lamentables casos, la autoridad procede a realizar una investigación que deslinde responsabilidades. Siempre que ocurre la tragedia es difícil identificar a los responsables. Nada más recordar lo sucedido en la discoteca New’s Divine en la ciudad de México o la explosión en la mina de Pasta de Conchos en Coahuila. La autoridad falla en la revisión de concesiones o permisos, en la inspección de instalaciones. La autoridad sucumbe ante la corrupción para dejar hacer y dejar pasar a quienes no cumplen a cabalidad con las condiciones para operar una actividad o servicio. Y cuando cumple queda la duda de una inspección interesada, como la realizada en Aviacsa, la línea aérea que tuvo que mantener en tierra sus 25 aeronaves hasta que un juez las liberó.
En las últimas décadas se ha aleccionado a la gente para dudar de la autoridad y confiar en la visión empresarial. El mismo gobierno reconoce que los esquemas empresariales son mejores a la gestión pública. Ése es el problema de concepción que han propalado las empresas globales que sacan ventaja de la disminución de las responsabilidades del Estado.
No se trata de qué es mejor entre lo público y lo privado, son dos ámbitos distinguibles: uno que procura seguridad y bienestar colectivos, el otro que se concentra en la realización de la ganancia particular. Y no hay duda qué es lo que está por arriba de. Lo que se ha ignorado es que al dejar a una sociedad sin otra guía que el afán de lucro se ha terminado por debilitar las instituciones públicas, encareciendo la seguridad y el bienestar colectivo (alimentación, educación y salud). Es el modelo neoliberal el que se exhibe en la desgracia ocurrida en la guardería ABC ubicada al sur de Hermosillo.
Pero no sólo eso, también tenemos la continuidad que se da del autoritarismo a la democracia, del estatismo a las reformas estructurales. La llamada transición mexicana no se ha desechado de un personaje que sin invitación se coló a la fiesta: la corrupción. Gobiernos van y gobiernos vienen sin contener la corrupción. Se inventan instituciones que de poco sirven, por el contrario, no contienen las malversaciones multimillonarias y, para colmo, paralizan las unidades administrativas.
Los órganos de control infunden miedo contando chiles, dejando ir los grandes negocios que se hacen al amparo de las licitaciones dizque públicas. Tan sencillo como seguir la ruta del dinero: cuanto ganas, cuanto tienes. Pero nada de eso, los altos funcionarios cuando no agarran hueso saltan a la iniciativa privada o fundan empresas propias. Paradigmático es el caso de Luis Téllez. Se ha perdido el sentido del servicio público entre la alta burocracia. La ley no es un freno, es una estratagema para simular el cumplimiento. Cumplo y miento. Una burla para los afligidos padres hermosillenses que perdieron a sus hijos.
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