En las últimas entregas de este blog una palabra lo dice todo. En esta ocasión hartazgo es la definición del momento. No en el sentido literal, recordemos que en este país la mayoría no come, ni bebe en exceso. En el sentido figurado y prosaico, hartazgo es una forma de decir hasta la madre. Tuvo que alcanzar el crimen una acción de “alto impacto” –así le dicen- para que las exigencias de los potentados retumbaran en todos lo medios. El infame asesinato de un adolescente, hijo de prominente, es ya un parteaguas.
Rafael Cardona ofrece una descripción de los potentados indignados en su columna del lunes pasado en La Crónica de Hoy: “Ya no lo murmuraban sino lo decían a voz en cuello algunos de los muchos grandes empresarios presentes en la capilla ardiente donde fueron velados los restos de Fernando Martí, asesinado brutalmente por sus secuestradores. –La policía no puede; está podrida, corrompida; el gobierno no ayuda, no ofrece garantías. ¿Para eso lo pusimos? Necesitamos crear grupos de ejecución privados para acabar con todos estos delincuentes.” Hasta ahí dejamos la cita. Los grandes empresarios están indignados, truenan contra la inseguridad y no reconocen que son parte del desorden de la inseguridad.
En las últimas décadas los empresarios han diseñado el México que tenemos. Ellos sometieron al PRI y lo sacaron de Los Pinos. Ahora se espantan y les resulta muy fácil culpar a la autoridad que ellos impusieron, no el voto de los mexicanos. Son los empresarios quienes han acaparado espacios de lo público, obligaciones del Estado que se privatizaron para honrar a la libre empresa que no es tal. Acaso es libre comercio que una sola empresa (Televisa) pueda ejercer a plenitud el triple play de las telecomunicaciones. Es sólo un ejemplo.
Parece que la muerte del joven Fernando Martí ha despertado conciencias como no lo hicieron la muerte de sesenta mineros en Pasta de Conchos, Coahuila. O los desparecidos del EPR. O la familia acribillada por el ejército en Sinaloa de Leyva. O los jóvenes aplastados en la estampida del New’s Divine. O la familia ejecutada en Zapotlán el Grande. La diferencia es que ahora el crimen ha pegado en la sensibilidad de la élite económica.
Se olvidan de el México que diseñaron. El México de los bajos salarios, el de la extinción de las prestaciones. El México sin la suficiente inversión en el campo que obliga a migrar a su población y comprar alimentos del exterior. El México del uso criminal de los recursos naturales. El México que adoptó el consumismo como estilo de vida. Ahora se espantan, pegan el grito en el cielo e imploran al Santísimo.
Urge revisar el México que ha pasado como modernidad con las antiguallas de la desigualdad lacerante. Que rindan cuentas los Carlos Slim, los Roberto Hernández, Roberto González, Emilio Azcárraga Jean, Lorenzo Zambrano, Servitje y una lista más amplia de todos conocida, de quienes forjaron el México de hoy.
Es el momento de ponerle freno al capitalismo salvaje.
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