lunes, 14 de julio de 2008

¿Y la agenda?


Los días se han extraviado en asuntos que son parte de la invisibilidad de la política: el espionaje. El gobierno federal es acusado de espiar a los legisladores y éste se limita a negarlo de manera defensiva, sin dar el paso proactivo de iniciar una investigación al respecto. No espiamos, nada más recabamos información de manera legal, dice el secretario en gobernación, en apoyo de su subordinado Guillermo Valdés, responsable del Centro de Investigación en Seguridad Nacional.

Es hora que el tema del espionaje no se da por concluido y queda la sospecha, sólo la sospecha, de que la información era recabada para usarla a manera de disuasión en el proceso legislativo de la reforma de PEMEX. Un esquema de extorsión a los legisladores para alcanzar los votos favorables al proyecto del Ejecutivo.

En los hechos, se ha perdido la conducción de la reforma no tanto por la especie del espionaje, sino por la inseguridad oficial a la hora de entablar el debate dentro del foro abierto en el recinto de uno de los salones del Senado. El gobierno se minimizó en el debate y, en consecuencia, minimizó el debate. Lo vio como un trámite que no modificaría el supuesto de un periodo extraordinario y un arreglo con el PRI.

El supuesto ya no está en la percepción oficial. El gobierno se rindió en el debate y se conformó con una anodina campaña publicitaria, representando a una ciudadanía que no se quiere ver consultada en la realidad, pues se prefiere la ciudadanía domesticada que aparece en un mensaje publicitario.

Y si la reforma se perdió, la guerra al crimen organizado amenaza con tomar el camino de la derrota de las instituciones. Eso sí sería gravísimo. En los últimos días, de manera más perceptible, la lucha ha trasgredido los límites de una confrontación entre delincuentes y representantes encargados de mantener el orden público. Ya no es el combate mortal entre sicarios, o entre éstos y la policía, en la cuenta de las bajas ya se incluye a mujeres y niños civiles. El combate ya no está encubierto por el sigilo, la sorpresa, el paraje apartado o bajo el manto de la noche. La guerra es de día a cielo abierto en ciudades como Culiacán, Sinaloa y Juárez en Chihuahua.

Los tiroteos en centros comerciales con persecución incluida ya son moda en Sinaloa. La toma de rehenes en un restaurante de Mazatlán y la espectacular huída de los delincuentes con descarga estruendosa de los AK 47, junto a la corretiza de parroquianos despavoridos que salía de la plaza al sentir su integridad física en riesgo, son sucesos que indican una nueva etapa de la confrontación y obligan al Estado al replanteamiento de su estrategia.

Para colmo, el legislador Manlio Fabio Beltrones -objeto del espionaje- ha estado bajo los reflectores mediáticos de manera continua de manera inusitada dentro de su trayectoria como figura nacional. El no atajar con eficacia las denuncias del senador por parte del gobierno ha tenido un efecto publicitario para el legislador que gratuitamente le ha concedido una pésima operación.


En el gobierno nadie quiere hacer el trabajo de clausurar civilizadamente los disensos, de trabajar seriamente los acuerdos posibles dentro de un gobierno dividido y un Ejecutivo sin un mandato popular contundente. Se actúa como si se tuvieran las condiciones de un partido hegemónico y ese es un cuento del siglo pasado.

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