martes, 8 de julio de 2008

Veinte días


Hace veinte días, el veinte de junio por la tarde, la administración de Marcelo Ebrard (jefe de gobierno del Distrito Federal) entró en un túnel impulsado por las fallas de la seguridad pública de la ciudad de México. Fallas que ocurrieron en dos niveles, uno, el del operativo desastroso que intervino en un centro de entretenimiento juvenil que se encontraba hasta el tope en su ocupación y que costó la vida a doce personas; la otra falla fue de entendimiento y acompañamiento en el origen de la administración ebrardista, entre la secretaría de seguridad pública y la procuraduría general de justicia de la capital. Veinte días después, Ebrard sale del túnel al aceptar la renuncia de altas autoridades, miembros de su gabinete: el Ing. Joel Ortega y el Lic. Rodolfo Félix.

¿Qué ocurrió para que se diera inusitada celeridad en el esclarecimiento de acuerdo a los estándares nacionales que se estilan para remover a un funcionario que comete un error trágico? Conviene hacer una recapitulación mínima.

Uno: Poner a disposición de los medios la videograbación del operativo.
Dos: Ordenar, de oficio, la investigación de los hechos a la PGJDF.
Tres: Solicitar a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal un informe sobre lo sucedido el viernes fatídico.

Esto último fue decisivo, poner en manos de un organismo autónomo la elaboración de un informe de los hechos. La Comisión trabajó por encima del linchamiento mediático por parte de algunos medios, enfrentando amenazas, sabiendo que la trascendencia de su investigación relaciona a uno de los precandidatos a la presidencia el 2012. Hoy la CDHDF dio su informe, que fue severo, con la fuerza para precipitar las renuncias de altos funcionarios. Todo ello sin que a la Comisión mencionada se le considere verdugo.

Pocas veces se tiene la oportunidad de presenciar una defenestración sustentada en investigación orientada hacia funcionarios de primer nivel. Cuántos casos que incriminan a notorio servidor público se han perdido en el laberinto de contralorías y procuradurías, en las inútiles comisiones legislativas. Cuántas recomendaciones de derechos humanos han caído en oídos sordos, abofeteadas por el desprecio de la autoridad. Por eso el informe de la CDHDF es histórico y ojalá diera pauta para darle una fiscalización efectiva de quienes tienen responsabilidades máximas como autoridad. El asunto es cómo transformar lo acontecido en un inicio que rompa las murallas que resguardan la impunidad de altas esferas, públicas y privadas. Parece una pretensión descabellada, ocurrencia ilusionada.

En todo esto, al salir del túnel Marcelo Ebrard se ha transformado para bien o para mal, sin necesidad de su partido ¿En qué se transformó? Ya lo sabremos.

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