Se decía aquí el viernes, que el gobierno de Felipe Calderón montaba una estrategia para restar fuerza a los grupos opositores de la reforma petrolera, los que tienen plan de movilización social: el Frente Amplio Progresista e intelectuales que lo acompañan. En ese entendido no es casual que el gobierno haya relanzado su política social el domingo 6 de abril desde el estado de Chiapas, adoptando los disfraces y las ceremonias que en el pasado tuvieron otros presidentes cuando de acercarse a las comunidades indígenas se trataba: la clásica foto del converso Chamula –en este caso el presidente Calderón- al que se le entrega el bastón de mando. La nota ya la había anticipado El Universal, consignándola como el “plan solidaridad” del actual sexenio. Y aunque se reiteraron las propuestas programáticas ya conocidas, el discurso presidencial se empeño en repetir una expresión para enmarcar su reiteración: Vivir Mejor.
La Jornada le dio ocho columnas: “La política social, eje del resto de mi gestión, promete Calderón”. Se ve como un acto desesperado, pues en el guión original estaba la ofensiva contra el crimen organizado, que con todo lo desplegado hasta hoy no reditúa en popularidad, en arrastre. Es más, el combate ha pasado de las ejecuciones al combate cuerpo a cuerpo entre las fuerzas de seguridad y las bandas delictivas. Vinieron las primeras reformas (fiscal, electoral, Issste) y se creyó oportuno entrarle a la modernización de PEMEX sin avanzar en los obligados trabajos de consenso.
No se hizo bien la tarea y ahora se quiere arropar la reforma petrolera con la política social usando una receta salinista que tiene, de inicio, un mal manejo de los tiempos. En efecto, para Carlos Salinas de Gortari la urgencia por hacerse de una legitimidad no conquistada en las urnas, lo llevó a establecer el Programa Nacional de Solidaridad, entre otras medidas, lo hizo desde el inicio de su mandato y de ahí en adelante construyó la base social para operar las reformas que realizó.
Ahora, el gobierno de Calderón hace las cosas al revés, primero hace reformas, se le atora el planteamiento de la reforma en PEMEX y recurre al expediente populista tan criticado por él. Pero lo peor es que no se ha enmendado los errores en la comunicación pues la opinión publicada tiene más dudas que certezas sobre los propósitos reformadores. Sintomático resulta que dos intelectuales tan distantes, como Arnaldo Córdova y Enrique Krauze, el pasado domingo coincidieran desde sus respectiva trinchera en la percepción, en la sensación de engaño. El gobierno no se ha conducido con claridad.
Atrapada, la actual administración federal se siente obligada a soltar recursos públicos para garantizar el apoyo de sindicatos poderosos, de organizaciones campesinas y de los que menos tienen. La decisión parece tardía. Sería bueno saber si esos recursos provienen de la actual renta petrolera, qué tanto modificar las reglas de gestión en la paraestatal limitará, en el futuro, la continuidad de los apoyos que hoy constituyen la política social.
El anuncio del domingo, como decisión retrasada, tiene su anuncio complementario. Según Milenio Diario, “Las Fuerzas Federales de Apoyo se encuentran listas para contener a las brigadas de Andrés Manuel López Obrador en el Congreso de la Unión.” Esto se desprende de la conferencia de prensa ofrecida el día de ayer por el secretario Genaro García Luna.
O sea, la reforma de PEMEX, el proyecto, va camino al Senado. Previamente endulzado...sin desprender lo amargo.
La Jornada le dio ocho columnas: “La política social, eje del resto de mi gestión, promete Calderón”. Se ve como un acto desesperado, pues en el guión original estaba la ofensiva contra el crimen organizado, que con todo lo desplegado hasta hoy no reditúa en popularidad, en arrastre. Es más, el combate ha pasado de las ejecuciones al combate cuerpo a cuerpo entre las fuerzas de seguridad y las bandas delictivas. Vinieron las primeras reformas (fiscal, electoral, Issste) y se creyó oportuno entrarle a la modernización de PEMEX sin avanzar en los obligados trabajos de consenso.
No se hizo bien la tarea y ahora se quiere arropar la reforma petrolera con la política social usando una receta salinista que tiene, de inicio, un mal manejo de los tiempos. En efecto, para Carlos Salinas de Gortari la urgencia por hacerse de una legitimidad no conquistada en las urnas, lo llevó a establecer el Programa Nacional de Solidaridad, entre otras medidas, lo hizo desde el inicio de su mandato y de ahí en adelante construyó la base social para operar las reformas que realizó.
Ahora, el gobierno de Calderón hace las cosas al revés, primero hace reformas, se le atora el planteamiento de la reforma en PEMEX y recurre al expediente populista tan criticado por él. Pero lo peor es que no se ha enmendado los errores en la comunicación pues la opinión publicada tiene más dudas que certezas sobre los propósitos reformadores. Sintomático resulta que dos intelectuales tan distantes, como Arnaldo Córdova y Enrique Krauze, el pasado domingo coincidieran desde sus respectiva trinchera en la percepción, en la sensación de engaño. El gobierno no se ha conducido con claridad.
Atrapada, la actual administración federal se siente obligada a soltar recursos públicos para garantizar el apoyo de sindicatos poderosos, de organizaciones campesinas y de los que menos tienen. La decisión parece tardía. Sería bueno saber si esos recursos provienen de la actual renta petrolera, qué tanto modificar las reglas de gestión en la paraestatal limitará, en el futuro, la continuidad de los apoyos que hoy constituyen la política social.
El anuncio del domingo, como decisión retrasada, tiene su anuncio complementario. Según Milenio Diario, “Las Fuerzas Federales de Apoyo se encuentran listas para contener a las brigadas de Andrés Manuel López Obrador en el Congreso de la Unión.” Esto se desprende de la conferencia de prensa ofrecida el día de ayer por el secretario Genaro García Luna.
O sea, la reforma de PEMEX, el proyecto, va camino al Senado. Previamente endulzado...sin desprender lo amargo.
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