Consumado el relevo parcial de consejeros del Instituto Federal Electoral, un remolino de opiniones se han volcado sobre una premisa, el ninguneo. Los nuevos consejeros son unos desconocidos, dicen unos. Eran los últimos de la lista, afirman otros. Son del PRD, de los chuchistas, adversarios de López Obrador, se escucha por allá. Acullá retumba, son hijos de Manlio Fabio Beltrones. Y eso que no se añaden aquí los chismes. La realidad es que Leonardo Valdés, Benito Nacif y Marco Antonio Baños empiezan una nueva vida y ellos sabrán que hacer con su pasado. Hoy tienen el cargo y les corresponde a ellos aportarle dignidad a la encomienda. No está fácil, los humores que dejó la gestión de Luis Carlos Ugalde no se han disipado.
Una primera prueba será asegurar la convivencia del nuevo Consejo. Un segmento mayoritario de los consejeros está devaluado y no se puede decir que aquí no ha pasado nada. Los seis consejeros que sobrevivieron quedan mal parados y todavía no se tiene suficiente claridad de los motivos de su permanencia. Están inutilizados, cualquier protagonismo en su actual circunstancia será visto con sospecha. En el mejor de los casos, no les queda otra que allanarse a los nuevos consejeros y no estorbar, confirmar que estarán en calidad de bultos. Una condición moralmente insoportable, aunque cínicamente posible. Los que llegan tienen la obligación, ante el desequilibrio del actual Consejo, de no dar pie a que las diferencias afloren y salgan de control. Esta es una tarea inmediata que pone a prueba el acierto de los nombramientos hechos por la Cámara de Diputados.
Una segunda prueba es la real independencia de los nuevos consejeros, la superación de cuota partidista que los agravia de inicio. Esta prueba se formará en la actuación, sobre todo en el desempeño que tengan los consejeros en la próxima elección federal del 2009 que renueva la Cámara de Diputados.
En los medios se ha comentado el asunto de los más de doscientos mil spots que no fueron reportados por los partidos en la pasada campaña presidencial. Esta es otra prueba para el IFE, de cuya resolución dirá mucho de la consistencia y aptitud del nuevo Consejo. Y este tipo de pruebas no le han resultado nada fáciles al Instituto cuando tiene que llamar al orden a los partidos. Uno fue el caso del Pemexgate, el otro fue el de los Amigos de Fox, que exhibieron las limitaciones legales de aquel IFE, las cuales se suponen superadas por la reforma electoral reciente.
Es claro que se trata de un chantaje que interpuso Luis Carlos Ugalde para impedir su defenestración. Habrá que ver si los nuevos consejeros compran el chantaje o demuestran habilidades para desactivar la mina sembrada o para anticipar y enfocar el alcance del daño. Para ello se tendrá que revisar los convenios del IFE con Televisa y la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, convenios que a partir de la nueva legislación serán innecesarios en el futuro, y averiguar por dónde se hizo el espacio para el abuso de promocionales. Que los radiodifusores y dueños de televisoras muestren las facturas, pues lanzarse sobre los resultados de un monitoreo que se dieron después de que la elección había sido declarada cosa juzgada fue un proceder temerario del anterior Consejero presidente.
Existe una prueba más, entre otras, relacionada al contexto de la lucha interelitista que libran empresarios y políticos. Directamente no es de la competencia del IFE, pero querrán llevarlo al baile. Los consejeros sabrán si aceptan la invitación.
Una primera prueba será asegurar la convivencia del nuevo Consejo. Un segmento mayoritario de los consejeros está devaluado y no se puede decir que aquí no ha pasado nada. Los seis consejeros que sobrevivieron quedan mal parados y todavía no se tiene suficiente claridad de los motivos de su permanencia. Están inutilizados, cualquier protagonismo en su actual circunstancia será visto con sospecha. En el mejor de los casos, no les queda otra que allanarse a los nuevos consejeros y no estorbar, confirmar que estarán en calidad de bultos. Una condición moralmente insoportable, aunque cínicamente posible. Los que llegan tienen la obligación, ante el desequilibrio del actual Consejo, de no dar pie a que las diferencias afloren y salgan de control. Esta es una tarea inmediata que pone a prueba el acierto de los nombramientos hechos por la Cámara de Diputados.
Una segunda prueba es la real independencia de los nuevos consejeros, la superación de cuota partidista que los agravia de inicio. Esta prueba se formará en la actuación, sobre todo en el desempeño que tengan los consejeros en la próxima elección federal del 2009 que renueva la Cámara de Diputados.
En los medios se ha comentado el asunto de los más de doscientos mil spots que no fueron reportados por los partidos en la pasada campaña presidencial. Esta es otra prueba para el IFE, de cuya resolución dirá mucho de la consistencia y aptitud del nuevo Consejo. Y este tipo de pruebas no le han resultado nada fáciles al Instituto cuando tiene que llamar al orden a los partidos. Uno fue el caso del Pemexgate, el otro fue el de los Amigos de Fox, que exhibieron las limitaciones legales de aquel IFE, las cuales se suponen superadas por la reforma electoral reciente.
Es claro que se trata de un chantaje que interpuso Luis Carlos Ugalde para impedir su defenestración. Habrá que ver si los nuevos consejeros compran el chantaje o demuestran habilidades para desactivar la mina sembrada o para anticipar y enfocar el alcance del daño. Para ello se tendrá que revisar los convenios del IFE con Televisa y la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, convenios que a partir de la nueva legislación serán innecesarios en el futuro, y averiguar por dónde se hizo el espacio para el abuso de promocionales. Que los radiodifusores y dueños de televisoras muestren las facturas, pues lanzarse sobre los resultados de un monitoreo que se dieron después de que la elección había sido declarada cosa juzgada fue un proceder temerario del anterior Consejero presidente.
Existe una prueba más, entre otras, relacionada al contexto de la lucha interelitista que libran empresarios y políticos. Directamente no es de la competencia del IFE, pero querrán llevarlo al baile. Los consejeros sabrán si aceptan la invitación.
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