viernes, 25 de enero de 2008

El otro gabinete

Con qué desperdicio se sigue discutiendo la elegibilidad de Juan Camilo Mouriño para el cargo Presidente de la república, con la misma vehemencia que algunos discuten su nacionalidad. No se ve la bomba que ha estallado en el gabinete y ha terminado por partirlo, precisamente cuando el entorno económico es adverso, patológicamente emocionante.

El secretario en Gobernación tiene dos tareas instruidas por su jefe, independientemente de aludir a las funciones reglamentarias: ordenar al gabinete y servir de interlocutor principal del gobierno con la clase política. Todo trabajo a realizarse se hará en corto, evitar en lo posible al populacho. Ese populacho que anda como queriéndose alebrestar en las minas, en las aulas, en el campo. Populacho que tendrá que ser llamado al orden por el secretario del Trabajo, la de Educación, el de Agricultura, a según sea la dependencia directamente involucrada. Y si no pueden llamarán al de Seguridad Pública. Y si no puede éste el país quedará a las órdenes del General, pues lo que importa en mantenerlos alejados de Bucareli.

Mouriño trae chicote dentro del equipo presidencial, para hacer efectivo que hay don clases de miembros en el gabinete: los íntimos y los avecindados. Ya se sabe, no todos gozan de la misma dignidad. Unos son afectivos y otros adoptivos (foxistas, yunquistas y ex priístas de genética tecnocrática) A los adoptivos les tocará el trabajo sucio, la talacha. Javier Lozano se siente feliz con la encomienda. Vázquez Mota no ha regresado de vacaciones, parece. Luis Téllez siempre se le ve deprimido en los eventos presidenciales. Es notoria la invisibilidad que ha adquirido Agustín Carstens, el fichaje de lujo en el gabinete de Calderón. El columnista Samuel García afirma que ya no hay buena comunicación entre el secretario de Hacienda y el Presidente, será que son de distintas emociones. En cambio, quien está que brinca de gusto es Georgina Kessel, ella se sabe y siente de los íntimos, casi como su matriarca. Otro es el caso de Jesús Reyes Heroles González Garza, que en pleno debate de la reforma energética se quedó sin voz.

Lo mismo quisieran hacer con Guillermo Ortiz, pero el puesto de gobernador del Banco de México hace mucho que dejó de ser parte del gabinete presidencial. Por eso Ortiz Martínez habla bien fuerte, aunque sea desde Davos, en Suiza: la recesión de Estados Unidos si nos pegará. Lo dijo sin catastrofismo, vale aclararlo. Y tiene razón, se trata que el principal comprador de productos mexicanos, hacia donde exportamos incluso abundante mano de obra, tiene a la baja sus expectativas de crecimiento. Lo dicho por el gobernador del Banco de México coincide con las alertas de otros participantes del Forum Económico Mundial. Sólo Condoleeza Rice se apiada del presidente mexicano y lo acompaña en su desbordante optimismo, que celebra motorizadas economías.

El gabinete de seguridad pública es otra cosa. En ese tramo de la gobernación el Ejército, para bien o para mal, se ha hecho insustituible. La Comisión Nacional de Derechos Humanos lo quiere de regreso a los cuarteles. El gobierno nada más no atiende la sugerencia, pues el Ejército ha cargado sobre sus espaldas la guerra contra el narcotráfico, con quien se dan los golpes espectaculares de parte del gobierno. Por ejemplo, en la semana se arresta a uno de los cabecillas del crimen organizado en un operativo en Culiacán. Un operativo limpio a cargo de los militares. En cadena, caen tres casas de seguridad del cártel de Sinaloa en el Distrito Federal con el mismo saldo blanco. Los AFI’s se cuelgan la medalla. Contrasta la limpieza después de que la ciudadanía ha sido videotestigo cautivo de tanta balacera.

Para concluir con uno de los encargos de Juan Camilo, éste ya partió al gabinete.

La otra tarea, la interlocución con la clase política está simplificada, acordar con los gobernadores y los congresistas del PAN y del PRI las reformas energética y laboral. En eso confía el gobierno. Ya se dice que la negociación con el PRI pasa por la desaparición de Sedesol, ya se cocina la decapitación de Alberto Cárdenas como parte del intercambio. La verdad dura es que de romperse la vajilla del sexenio, no serán los priístas los que carguen con los platos rotos. Y si las cosas salen bien, entonces el PRI se reconstituirá, por la vía civil, en el componedor de la paz social.

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