Una recesión largamente anunciada en los Estados Unidos ha provocado el crack en el mercado de valores a nivel mundial, al cual no fue inmune la Bolsa Mexicana. No es suficiente para despeinar a orgulloso Presidente. Felipe Calderón se muestra confiado. Tan confiado está, que los movimientos de relevo en el gabinete se instalan en esa confianza de quien ha decidido estrechar el círculo de los íntimos.
Los motores del barco de gran calado, la inversión en infraestructura y vivienda, son la garantía para surcar embravecidas aguas, son el supuesto blindaje. No dice si tendrán capacidad de resistir el golpe del oleaje que produce la recesión económica del país que más nos compra. El tema habrá que dejarlo a los economistas, que por alguna extraña razón, sus máximos exponentes en calidad de autoridad (Hacienda y Banco de México) no alcanzan mayor exposición en los medios, como si una mano invisible les hubiera tapado la boca.
Lo que no se ha dicho con claridad es qué diablos van a hacer Juan Camilo Mouriño y Ernesto Cordero. Su perfil les da para cubrir las carteras de Energía y Economía respectivamente. Pero sucede los mismo que en Comunicaciones Y Transportes, así como en Trabajo y Previsión Social, el personaje no cuadra con el puesto. Algo está sucediendo en el proceso de toma de decisiones, debe ser una presión tremenda la que lleva a cerrar el círculo de los íntimos.
No hay justificación para que los relevos no hagan público un mínimo plan de trabajo que despeje las dudas que pesan sobre la encomienda que tienen. Justificar a plenitud los nombramientos. Lo que se ofrece son filtraciones intrascendentes como la de que Mouriño sí trabaja los fines de semana, cosa que no hacía el gabinete de Fox. O qué comentar sobre el cerebro matemático de Cordero, que se tendrán fórmulas a mano para revestir la deplorable desigualdad social.
A falta de claridad, los poderes fácticos (empresarios, clero y sindicatos) no han hecho pronunciamientos como para ser recogidos. Un largo silencio responde a las decisiones tomadas desde Los Pinos. Desde la Presidencia se ha dado la orden de restringir el juego, lo que quiere decir restringir la interlocución. El Presidente y sus validos han hecho su apuesta, un salto al vacío, ir por la reforma energética y laboral. El consenso es menospreciado, como si dispusieran los gobernantes de un bono democrático y el panorama económico fuera alentador.
Lo que se ofrece es la utopía del mercado salvador, componedor de los males políticos que pervierten la prístina inocencia de los intercambios comerciales: los partidos, los sindicatos y los subsidios. Ése es el mundo soñado, que opera excluyendo, estrechando, ciñendo.
Ya llegará febrero. Entonces se sabrá si el árbol de las decisiones se secó o reverdeció dando nuevas ramas escapistas, si el orgullo se apretó como soga al cuello de la actual administración o la divina providencia le asistió con su luz para desterrar su ceguera.
Los motores del barco de gran calado, la inversión en infraestructura y vivienda, son la garantía para surcar embravecidas aguas, son el supuesto blindaje. No dice si tendrán capacidad de resistir el golpe del oleaje que produce la recesión económica del país que más nos compra. El tema habrá que dejarlo a los economistas, que por alguna extraña razón, sus máximos exponentes en calidad de autoridad (Hacienda y Banco de México) no alcanzan mayor exposición en los medios, como si una mano invisible les hubiera tapado la boca.
Lo que no se ha dicho con claridad es qué diablos van a hacer Juan Camilo Mouriño y Ernesto Cordero. Su perfil les da para cubrir las carteras de Energía y Economía respectivamente. Pero sucede los mismo que en Comunicaciones Y Transportes, así como en Trabajo y Previsión Social, el personaje no cuadra con el puesto. Algo está sucediendo en el proceso de toma de decisiones, debe ser una presión tremenda la que lleva a cerrar el círculo de los íntimos.
No hay justificación para que los relevos no hagan público un mínimo plan de trabajo que despeje las dudas que pesan sobre la encomienda que tienen. Justificar a plenitud los nombramientos. Lo que se ofrece son filtraciones intrascendentes como la de que Mouriño sí trabaja los fines de semana, cosa que no hacía el gabinete de Fox. O qué comentar sobre el cerebro matemático de Cordero, que se tendrán fórmulas a mano para revestir la deplorable desigualdad social.
A falta de claridad, los poderes fácticos (empresarios, clero y sindicatos) no han hecho pronunciamientos como para ser recogidos. Un largo silencio responde a las decisiones tomadas desde Los Pinos. Desde la Presidencia se ha dado la orden de restringir el juego, lo que quiere decir restringir la interlocución. El Presidente y sus validos han hecho su apuesta, un salto al vacío, ir por la reforma energética y laboral. El consenso es menospreciado, como si dispusieran los gobernantes de un bono democrático y el panorama económico fuera alentador.
Lo que se ofrece es la utopía del mercado salvador, componedor de los males políticos que pervierten la prístina inocencia de los intercambios comerciales: los partidos, los sindicatos y los subsidios. Ése es el mundo soñado, que opera excluyendo, estrechando, ciñendo.
Ya llegará febrero. Entonces se sabrá si el árbol de las decisiones se secó o reverdeció dando nuevas ramas escapistas, si el orgullo se apretó como soga al cuello de la actual administración o la divina providencia le asistió con su luz para desterrar su ceguera.
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