martes, 18 de septiembre de 2007

¡Viva!

Dentro de todas las dificultades que enfrenta la conducción política de un Estado que se quiere democrático, capaz de generar condiciones para el crecimiento económico del país para disfrute de sus ciudadanos, uno de los lastres que ha deteriorado la solvencia del Estado ha sido la falta de una clase política acorde a los retos del país. Desde que se eliminó la clase política agrupada en un partido hegemónico, México ha venido dando tumbos. La experiencia de seis años del gobierno de Vicente Fox puso en peligro a la nación en su conjunto. Pues las responsabilidades propias de la política se descuidaron, se dio juego a quienes tienen por elección propia otros roles, la élite empresarial y eclesiástica fueron convidadas por la irresponsabilidad foxista a incidir en las decisiones públicas como si fueran asuntos de su ámbito de influencia. La política perdió autonomía de decisión hasta para tomar acuerdos.

Todo esto se pone de relieve para destacar la importancia de las reformas electoral y fiscal, como expresión del inicio de la refundación de la clase política en el marco del juego pluripartidista. Se trata de un inicio pues todavía falta que se den otras actuaciones que abonen al espíritu de cuerpo de una nueva clase política (gobernadores, munícipes, legisladores locales) Por lo pronto, el Congreso y el Ejecutivo demostraron que pueden ponerse de acuerdo, colaborar. Aunque no sean reformas completas, el tiempo se encargará de descubrir sus beneficios y deficiencias, pues no se tendrán reformas acabadas hasta que no se resuelvan otros pendientes como el rezago educativo y alimentario que afectan a gran parte de la población.

Pero toda reforma o proceso de reformas tienen sus obstáculos. Por un lado está la eficiencia recaudatoria del gobierno y de capacidades para ejercer los recursos públicos en sus asignaciones previstas. También está la disposición de los partidos para honrar la competencia electoral. Los cambios legales se pueden estrellar si no hay un cambio de actitudes y conductas que desde la misma política se resisten al cambio.

Sin duda, el obstáculo más conspicuo que tiene la clase política es el que ofrece el frente organizado por el duopolio de las televisoras al que se unen los radiodifusores y la cúpula empresarial. Los dejaron jugar como cachirules en los procesos electorales y ahora se creen los verdaderos actores de la competencia electoral, incluso se reconocen como los representantes legítimos frente a los legisladores que en su sentir quedan en calidad de representantes espurios. No existe el menor ánimo de autocrítica de los medios electrónicos y en el alcance de su influencia quieren secuestrar la voz del pueblo. Su capacidad de manipulación está muy por encima de los partidos políticos y sólo falta que en la ley se les reconozca esa superioridad para liquidar de una buena vez el sistema de partidos.

El país tiene graves problemas de seguridad, enfrenta un entorno económico difícil. Dificultades que se expanden cuando las élites no diferencian entre sus respectivos campos de competencia. Es tiempo de poner las cosas en su lugar y acabar de una vez por todas con la herencia del foxismo de hacer de la política un Patiño de la industria del entretenimiento. Ya tienen sus telenovelas, sus chismes de la farándula, el futbol que venden como sustituto del nacionalismo. Ése es su negocio, háganlo prosperar en una competencia real si de verdad son tan liberales como se pintan.

Si hay alguien que pueda demostrar que una sociedad de hoy en día se puede conducir sin política ni políticos, que diga cómo y lo ponga en el debate, con la suficiente habilidad de no producir una guerra civil o secesión. No olvidemos que el combate al crimen organizado no ha concluido. El narcotráfico está herido y se vuelve más peligroso. No se olvide que existe una guerrilla real con capacidad de hacer explosiones quirúrgicas sin asesinar a la población civil. Hay una serie de condiciones como para periclitar las reformas, entre ellas la ceguera de la industria de la radio y la televisión. La actual administración no se ha estabilizado pese a que el gobernante en turno tomó la plaza del zócalo durante las fiestas cívicas del fin de semana pasado. La fortaleza de la concordia no se ha terminado de construir. Todavía no se puede celebrar la firmeza de las seguridades.

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