martes, 26 de junio de 2007

El clavo

Un clavo saca otro clavo, dice la conseja popular. Efectivamente, ese ha sido el efecto inmediato a la presentación de la propuesta fiscal presentada por el Ejecutivo la semana pasada. Los saldos sangrientos del combate al narcotráfico se dejan de contar. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene un descanso mediático. Un nuevo debate gana los reflectores sin que se concluyan los que quedaron abiertos.

Ahora se sabe que la llamada guerra contra el crimen organizado se comenzó con mandos policiales federales incapaces y el gobierno, seis meses después, los ha removido para que vuelvan a la escuela, a recalificar sus notas, pues en la práctica no dieron resultados esperados. Así como si nada. Ni un usted disculpe a la ciudadanía. Mucho menos una investigación que dé cuenta de la falla estructural. No se ve al presidente Calderón hacer cadena nacional de radio y televisión para desgarrarse las vestiduras, la grandilocuencia patriotera se quedó guardada en el cajón del escritorio presidencial.

De la Ley Televisa todavía queda algo de los lamentos exclamados ¡Se ha dejado escapar el tren de la tecnología! ¡El rezago es nuestra costumbre! Cuando bien primero debería subirse al tren de la transparencia. Cuando bien se podría dejar el tráfico de influencias fuera de las decisiones legislativas y judiciales. Pero no sucede así, no tiene lugar. Literalmente es una utopía esperar civilidad republicana. No ha salido el país del imperio del agandalle. Es más, dicho imperio se ha fortalecido, pues las convicciones personales del gobernante hoy en día son más fuertes que sus obligaciones públicas. Ahí están los trascendidos de cómo se pasean las sotanas en ese templo del laicismo que fue la residencia de Los Pinos.

El asunto es que a la reforma fiscal le toca estelaridad, el a priori especulativo diserta en contrapunto sin mediación. La reforma es mínima pero es algo, de aquí a dos años se completa. Dice un bando. La reforma es el nuevo parto de los montes, aprieta a los causantes cautivos sin asegurar la ampliación de la base de contribuyentes, responde otro bando.

La verdad que cae como plomo es que, bien a bien, el ciudadano común no tiene el cuadro completo. Sobre todo por lo que se refiere al destino de lo que se espera recaudar. El gobierno dice que el objetivo de la reforma recaudatoria es disponer de más recursos para abatir la desigualdad y la pobreza. Lo grita a los cuatro vientos, quiere que todos lo escuchen: Felipe Calderón ha tomado la bandera de primero los pobres pues la casaca militar que se puso al inicio de su gestión ya le llagó la piel. Está a tiempo de cambiarse la chaqueta.

Pero también se esgrime otro objetivo desde el gobierno, aunque sin menos estruendo, en el tono bajo de una sutiliza técnica que no llega al registro de toda la audiencia. Hay que evitar la quiebra de las finanzas públicas presionadas por el compromiso de las pensiones, los pidiregas (deuda gubernamental para financiar el sector energético sin la autorización del Congreso contraída en la administración de Ernesto Zedillo) Este objetivo, el de salud financiera tiene una lógica semejante al llamado Fobaproa, de no realizarse se anuncia el desastre nacional. La viabilidad del país en riesgo. En el fondo se quiere dejar bien enterrado el estatismo y de eso está convencida la actual administración de Calderón. Ya veremos que resultados se tienen de aquí al año 2010.

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