El páramo informativo de estos días, abre espacio para abordar cuestiones que no están en el debate de un interés amplio. Es el caso de la supuesta disputa entre la dirección del Partido Acción Nacional y el presidente Calderón. Unos acusan al Ejecutivo de interferir en la vida interna del PAN de cara al proceso interno de elección de consejeros nacionales de ese partido. Los defensores de Calderón afirman: no hemos metido las manos, bueno, pero nada más tantito, al fin que lo mismo hacía Vicente Fox.
Se deslizan en un diálogo bizantino pues en el fondo no quieren llegar a mayor confrontación, por el contrario, es un recurso para que salga a la luz la opinión que conmine al Presidente a tomar cartas en el asunto, para que demuestre quien manda en el PAN y se legitime como jefe nato independientemente de los estatutos. Es una confrontación artificial, que no desvirtúa la integridad de derecha de ese partido y que ultimadamente sólo les corresponde airear a los de esa casa blanquiazul.
Lo que vale la pena recordar, por si se había olvidado, es la ruta que ha llevado al PAN de la doctrina al pragmatismo. Desde su fundación el PAN fue una organización orgullosa de sus principios social cristianos, perfectamente compatibles con el Estado laico, democrático y de derecho, de plena satisfacción de asumirse como oposición leal. Pero en la década de los ochentas del siglo pasado, el PAN inició un camino en busca de victorias. La derrota ya no le satisfacía. La resistencia civil se convirtió en una arma para acceder a espacios de poder que la configuración de un partido hegemónico (PRI) le negaba.
Desde entonces, el PAN comenzó a actuar de manera abierta con un brazo corporativo, el de la Coparmex, que le añadía una estructura y recursos complementarios de los que le dispensaba el Estado y la rifa de automóviles. En los noventas, con el reconocimiento de las iglesias por parte del Estado, el PAN también comenzó a recibir el apoyo, velado si se quiere, de la Iglesia católica. Al finalizar esa década los grupúsculos de ultraderecha se sumaron al PAN. Se constituyó el neopanismo como fuerza hegemónica, quedando totalmente eclipsados sus componentes doctrinarios. Se ganó el poder, se perdió el partido original. El PAN descubrió su vocación de poder, los místicos del voto pasaron al olvido.
La división de los panistas entre laicos y cruzados queda sublimada por los contenidos clericales y proempresariales que comparten. Prueba de que no existe una confrontación de fondo es la despreocupación por llamar a cuentas al ex presidente Fox, pese a la serie de irregularidades administrativas-contables que la Auditoría Superior de la Federación ha registrado, no sólo las del 2005; en igual sentido aporta la identificación en contra la despenalización del aborto, asumiendo el riesgo de que se involucre el Ejército en ceremonias “cívicas” que son a todas luces político militantes.
Es la derecha la que se apresta a celebrar en el 2010 el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución. Desde la derecha Felipe Calderón tiene tres años para preparar unos festejos aterciopelados. Es una incógnita si se realizarán como fiesta popular o rigurosamente vigilados. Si los militares participarán en calidad de Ejército Mexicano o lo harán con el apellido Federal.
Se deslizan en un diálogo bizantino pues en el fondo no quieren llegar a mayor confrontación, por el contrario, es un recurso para que salga a la luz la opinión que conmine al Presidente a tomar cartas en el asunto, para que demuestre quien manda en el PAN y se legitime como jefe nato independientemente de los estatutos. Es una confrontación artificial, que no desvirtúa la integridad de derecha de ese partido y que ultimadamente sólo les corresponde airear a los de esa casa blanquiazul.
Lo que vale la pena recordar, por si se había olvidado, es la ruta que ha llevado al PAN de la doctrina al pragmatismo. Desde su fundación el PAN fue una organización orgullosa de sus principios social cristianos, perfectamente compatibles con el Estado laico, democrático y de derecho, de plena satisfacción de asumirse como oposición leal. Pero en la década de los ochentas del siglo pasado, el PAN inició un camino en busca de victorias. La derrota ya no le satisfacía. La resistencia civil se convirtió en una arma para acceder a espacios de poder que la configuración de un partido hegemónico (PRI) le negaba.
Desde entonces, el PAN comenzó a actuar de manera abierta con un brazo corporativo, el de la Coparmex, que le añadía una estructura y recursos complementarios de los que le dispensaba el Estado y la rifa de automóviles. En los noventas, con el reconocimiento de las iglesias por parte del Estado, el PAN también comenzó a recibir el apoyo, velado si se quiere, de la Iglesia católica. Al finalizar esa década los grupúsculos de ultraderecha se sumaron al PAN. Se constituyó el neopanismo como fuerza hegemónica, quedando totalmente eclipsados sus componentes doctrinarios. Se ganó el poder, se perdió el partido original. El PAN descubrió su vocación de poder, los místicos del voto pasaron al olvido.
La división de los panistas entre laicos y cruzados queda sublimada por los contenidos clericales y proempresariales que comparten. Prueba de que no existe una confrontación de fondo es la despreocupación por llamar a cuentas al ex presidente Fox, pese a la serie de irregularidades administrativas-contables que la Auditoría Superior de la Federación ha registrado, no sólo las del 2005; en igual sentido aporta la identificación en contra la despenalización del aborto, asumiendo el riesgo de que se involucre el Ejército en ceremonias “cívicas” que son a todas luces político militantes.
Es la derecha la que se apresta a celebrar en el 2010 el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución. Desde la derecha Felipe Calderón tiene tres años para preparar unos festejos aterciopelados. Es una incógnita si se realizarán como fiesta popular o rigurosamente vigilados. Si los militares participarán en calidad de Ejército Mexicano o lo harán con el apellido Federal.
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