Sin declaración de por medio, las vacaciones impusieron una tregua que puso fin a un convulsionado año de 2006. Por lo mismo, es incierto el día marcado para el reinicio de hostilidades. Sería mejor aprovechar el tiempo y que las fuerzas políticas se propusieran signar un acuerdo para darle continuidad a la paz política y promover la colaboración, la ley propuesta en el Senado para la reforma del Estado es un pretexto a modo, pero la desconfianza que prevalece en el ambiente político no lo permite.
El circo apagó casi todos sus reflectores, a excepción del que se proyecta sobre el equilibrista Felipe Calderón, quien desarrolla una rutina sobre una cuerda llamada guerra contra el narcotráfico. Es una tarea que exige la mirada fija en el extremo de la cuerda, donde se encuentra el descanso hacia la escalera de salvación, no puede distraerse para ver donde coloca sus pies, tampoco se puede dar el lujo de sonreír, la adrenalina se concentra en guardar el equilibrio de todo su cuerpo que avanza en armoniosa tensión con la cuerda.
Las acciones contra la inseguridad se han convertido en la política insignia de la administración que comienza. El vocero de este despliegue es el secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, experto en política interior. Al mes de iniciado el serial de operativos, se afirma que la lucha se dará estado por estado. Se trata de una cirugía láser para extirpar un tumor que atraviesa capilaridades y extensiones nerviosas del cuerpo afectado.
Se inició con la operación Michoacán el mes pasado, se continúa con la operación Tijuana desde el 2 de enero de este año que comienza. No se explica porque no se nombró operación Baja California, será porque se trata de un estado gobernado por el PAN, se trata de llamar la atención sobre un presidente municipal priísta, quién sabe. Lo cierto es que el cuidado de los operativos busca enfocarse en un asunto de policías contra ladrones, evitando efectos colaterales. Al menos así ocurrió en Michoacán.
Del informe dado por Ejército se revela la destrucción de plantíos, el decomiso de armas y droga. Se apresó a operadores del narco, ningún nombre ampliamente conocido con anterioridad. Nada que reprochar. El balance de Michoacán no incluye a funcionarios o políticos vinculados a la delincuencia organizada, tampoco habla de empresarios o fachadas empresariales. Se buscó disminuir los daños colaterales ¿ocurrirá lo mismo en Tijuana? ¿Vendrá un operativo Acapulco o Sultana del Norte?
Tampoco se informa oficialmente sobre el peso específico del narcotráfico en la economía del estado de Michoacán, que junto con las remesas que envían los paisanos que se quedan a trabajar en los Estados Unidos, es muy posible que sean el motor de las actividades económicas de la región. Es necesaria tener preparada la compensación económica para la cual la iniciativa privada no tiene disposición o capacidad para surtir, por más que se propaga la insidiosa ideología de que el mercado lo puede todo, el Estado tiene que impulsar las actividades compensatorias.
La guerra ha comenzado.
El circo apagó casi todos sus reflectores, a excepción del que se proyecta sobre el equilibrista Felipe Calderón, quien desarrolla una rutina sobre una cuerda llamada guerra contra el narcotráfico. Es una tarea que exige la mirada fija en el extremo de la cuerda, donde se encuentra el descanso hacia la escalera de salvación, no puede distraerse para ver donde coloca sus pies, tampoco se puede dar el lujo de sonreír, la adrenalina se concentra en guardar el equilibrio de todo su cuerpo que avanza en armoniosa tensión con la cuerda.
Las acciones contra la inseguridad se han convertido en la política insignia de la administración que comienza. El vocero de este despliegue es el secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, experto en política interior. Al mes de iniciado el serial de operativos, se afirma que la lucha se dará estado por estado. Se trata de una cirugía láser para extirpar un tumor que atraviesa capilaridades y extensiones nerviosas del cuerpo afectado.
Se inició con la operación Michoacán el mes pasado, se continúa con la operación Tijuana desde el 2 de enero de este año que comienza. No se explica porque no se nombró operación Baja California, será porque se trata de un estado gobernado por el PAN, se trata de llamar la atención sobre un presidente municipal priísta, quién sabe. Lo cierto es que el cuidado de los operativos busca enfocarse en un asunto de policías contra ladrones, evitando efectos colaterales. Al menos así ocurrió en Michoacán.
Del informe dado por Ejército se revela la destrucción de plantíos, el decomiso de armas y droga. Se apresó a operadores del narco, ningún nombre ampliamente conocido con anterioridad. Nada que reprochar. El balance de Michoacán no incluye a funcionarios o políticos vinculados a la delincuencia organizada, tampoco habla de empresarios o fachadas empresariales. Se buscó disminuir los daños colaterales ¿ocurrirá lo mismo en Tijuana? ¿Vendrá un operativo Acapulco o Sultana del Norte?
Tampoco se informa oficialmente sobre el peso específico del narcotráfico en la economía del estado de Michoacán, que junto con las remesas que envían los paisanos que se quedan a trabajar en los Estados Unidos, es muy posible que sean el motor de las actividades económicas de la región. Es necesaria tener preparada la compensación económica para la cual la iniciativa privada no tiene disposición o capacidad para surtir, por más que se propaga la insidiosa ideología de que el mercado lo puede todo, el Estado tiene que impulsar las actividades compensatorias.
La guerra ha comenzado.
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