Toma de protesta en medio de protesta. Protesta en San Lázaro y en el centro histórico. Protesta como compromiso, protesta como demanda. Desde la voz gubernamental y desde la oposición al gobierno. Primero de diciembre de múltiples escenas.
Desde los primeros minutos, inusual ceremonia en Los Pinos para los medios electrónicos y los desvelados. Vicente Fox y Felipe Calderón, adelantan una entrega de la banda presidencial a medias. Fox se despoja de la banda y la entrega a un cadete del Colegio Militar, no al Presidente constitucional. Éste, a su vez, recibe una bandera de parte de otro cadete. Pero lo más relevante, la toma de protesta de los nuevos mandos militares del país. Una parte fue la simulación del relevo, anticipando obstáculos en la sede del Congreso. Lo de los militares fue el anuncio de que las fuerzas armadas son el sostén más firme del gobierno que empieza. El Ejército como una isla de institucionalidad bordeada por el mar del desencuentro político.
Ya por la mañana, en San Lázaro se amotinaron a las ocho horas los diputados del PRD, obstruyendo casi todas las entradas al recinto, peleando cuerpo a cuerpo, manotazo a manotazo contra los legisladores del PAN. A las nueve, en el zócalo, López Obrador presidía una más de sus asambleas populares. Pero el movimiento más efectivo era el de los militares actuando en su formación de Estado Mayor Presidencial, encargado de mantener una entrada para el acceso del Presidente Calderón y del ex presidente Fox. Media hora después llegaron los personajes principales de la transmisión de la banda presidencial, así abrió paso la rigurosa toma de protesta y entonación del himno nacional, no más de cinco minutos, y se acabó la ceremonia, ni un saludo entre Poderes, la comunicación ahogada entre aullidos y chiflidos. Ante la representación nacional se cumplió la obligación constitucional, pero se falló en la cortesía, en la disposición a la concordia. Mal mensaje este que exhibió una Presidencia arropada excesivamente por el EMP, porque no hubo condiciones de parte de un sector del Congreso para hacerlo de otra forma. El peso de las fuerzas armadas saca a flote la toma de protesta atípica.
Así es en el inicio, pero no puede seguir así. La política y los políticos no pueden dejar espacios que les son propios, tampoco se puede obligar recurrentemente a tomar esos espacios a miembros del Ejército. Los militares no pueden ser el remedio y el trapito. Es una dinámica de inicio que, de seguir, traerá más tensión y deterioro institucional. Un factor real de poder que ha sabido ponerse al margen del conflicto a lo largo de seis años, por más que la displicencia y la imprudencia de Vicente Fox puso a prueba de manera negativa la institucionalidad de las fuerzas armadas. El dato duro es que los militares aparecen destacadamente el primero de diciembre, apuntalan un poder que no quedó indiscutiblemente fortalecido con el voto popular.
No fue en el Congreso, pero el aplausómetro se difirió para el encuentro con los afines, que no son la representación nacional, pero sí son el bloque social calderonista: los empresarios y la clase media. En el Auditorio Nacional y al medio día, el Presidente en funciones emitió su mensaje: el país está dividido. A dialogar con quien quiera dialogar. A construir con quien quiera construir. Después de todo, nadie va detener la marcha del gobierno. Echado para delante Calderón comienza peculiar rebase por la izquierda, se adelanta el seguro médico para todos los niños, la pensión para los adultos mayores, se propone un plan de austeridad del gobierno federal con la rebaja del diez por ciento en los salarios de los funcionarios y otros gastos accesorios (se dice que es un ahorro de 25 mil millones de pesos)
¿Es un rebase por la izquierda? No parece que sea así, pues el verdadero rebase por la izquierda sería tomar la ultraizquierda, cosa que no se tiene pensado en el gobierno ni por ocurrencia. Se trata más bien de la clonación de partes de la plataforma opositora. Un nuevo gobierno recibido con júbilo por los consorcios de la radio y la televisión. Es la adulación de siempre, los intereses de siempre que quieren quedar bien. Abyectos y orgullosos, los medios creen que quedar bien es zarandear al candidato derrotado y satanizar a su partido, igualmente consideran propio condenar toda movilización. En este uno dos, el rebase se desvanece, se hace humo y enceguece. Son esos mismos medios, con sus comentaristas y locutores, los que sobredimensionaron a Vicente Fox, de los que se tendrá que cuidar el titular de Ejecutivo.
No es López Obrador, ni el PRD, sino la oposición en su conjunto (sin el PANAL, que es en realidad un partido paraestatal como los de antaño) la que puede trazar un acotamiento hacia la izquierda que modere y centre la acción del gobierno entrante.
Desde los primeros minutos, inusual ceremonia en Los Pinos para los medios electrónicos y los desvelados. Vicente Fox y Felipe Calderón, adelantan una entrega de la banda presidencial a medias. Fox se despoja de la banda y la entrega a un cadete del Colegio Militar, no al Presidente constitucional. Éste, a su vez, recibe una bandera de parte de otro cadete. Pero lo más relevante, la toma de protesta de los nuevos mandos militares del país. Una parte fue la simulación del relevo, anticipando obstáculos en la sede del Congreso. Lo de los militares fue el anuncio de que las fuerzas armadas son el sostén más firme del gobierno que empieza. El Ejército como una isla de institucionalidad bordeada por el mar del desencuentro político.
Ya por la mañana, en San Lázaro se amotinaron a las ocho horas los diputados del PRD, obstruyendo casi todas las entradas al recinto, peleando cuerpo a cuerpo, manotazo a manotazo contra los legisladores del PAN. A las nueve, en el zócalo, López Obrador presidía una más de sus asambleas populares. Pero el movimiento más efectivo era el de los militares actuando en su formación de Estado Mayor Presidencial, encargado de mantener una entrada para el acceso del Presidente Calderón y del ex presidente Fox. Media hora después llegaron los personajes principales de la transmisión de la banda presidencial, así abrió paso la rigurosa toma de protesta y entonación del himno nacional, no más de cinco minutos, y se acabó la ceremonia, ni un saludo entre Poderes, la comunicación ahogada entre aullidos y chiflidos. Ante la representación nacional se cumplió la obligación constitucional, pero se falló en la cortesía, en la disposición a la concordia. Mal mensaje este que exhibió una Presidencia arropada excesivamente por el EMP, porque no hubo condiciones de parte de un sector del Congreso para hacerlo de otra forma. El peso de las fuerzas armadas saca a flote la toma de protesta atípica.
Así es en el inicio, pero no puede seguir así. La política y los políticos no pueden dejar espacios que les son propios, tampoco se puede obligar recurrentemente a tomar esos espacios a miembros del Ejército. Los militares no pueden ser el remedio y el trapito. Es una dinámica de inicio que, de seguir, traerá más tensión y deterioro institucional. Un factor real de poder que ha sabido ponerse al margen del conflicto a lo largo de seis años, por más que la displicencia y la imprudencia de Vicente Fox puso a prueba de manera negativa la institucionalidad de las fuerzas armadas. El dato duro es que los militares aparecen destacadamente el primero de diciembre, apuntalan un poder que no quedó indiscutiblemente fortalecido con el voto popular.
No fue en el Congreso, pero el aplausómetro se difirió para el encuentro con los afines, que no son la representación nacional, pero sí son el bloque social calderonista: los empresarios y la clase media. En el Auditorio Nacional y al medio día, el Presidente en funciones emitió su mensaje: el país está dividido. A dialogar con quien quiera dialogar. A construir con quien quiera construir. Después de todo, nadie va detener la marcha del gobierno. Echado para delante Calderón comienza peculiar rebase por la izquierda, se adelanta el seguro médico para todos los niños, la pensión para los adultos mayores, se propone un plan de austeridad del gobierno federal con la rebaja del diez por ciento en los salarios de los funcionarios y otros gastos accesorios (se dice que es un ahorro de 25 mil millones de pesos)
¿Es un rebase por la izquierda? No parece que sea así, pues el verdadero rebase por la izquierda sería tomar la ultraizquierda, cosa que no se tiene pensado en el gobierno ni por ocurrencia. Se trata más bien de la clonación de partes de la plataforma opositora. Un nuevo gobierno recibido con júbilo por los consorcios de la radio y la televisión. Es la adulación de siempre, los intereses de siempre que quieren quedar bien. Abyectos y orgullosos, los medios creen que quedar bien es zarandear al candidato derrotado y satanizar a su partido, igualmente consideran propio condenar toda movilización. En este uno dos, el rebase se desvanece, se hace humo y enceguece. Son esos mismos medios, con sus comentaristas y locutores, los que sobredimensionaron a Vicente Fox, de los que se tendrá que cuidar el titular de Ejecutivo.
No es López Obrador, ni el PRD, sino la oposición en su conjunto (sin el PANAL, que es en realidad un partido paraestatal como los de antaño) la que puede trazar un acotamiento hacia la izquierda que modere y centre la acción del gobierno entrante.
2 comentarios:
Interesante reportaje, creo que la entrega de banda presidencial "interrumpida" por el cadete del Colegio Militar, habla de un importante codigo de significado comunicacional. El nuevo presidente requiere ser visualizado como una cabeza o brazo militar, como una amenaza ante la oposicion; la imagen entonces queda grabada en el inconciente colectivo, Calderon apuesta a la firmeza. De manos limpias a mano dura.
Melissa, eso parece significar, un presidente fuerte. Pero Felipe Calderón no actúa solo, está enmarcado dentro de una estructura presidencial, que el no la creo, es una herencia elaborada en décadas. Está en trance de estabilizar su mandato y no ha sido nada divertido para él. Ni el día de su toma de posesión que preveía como un día divertido.
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