No han salido del marasmo en que se metió, él y su partido, AMLO y MORENA. Una conducción política de tipo autocrática, llámesele César, Sultán o Rey medieval, hace del proceso sucesorio una situación muy complicada, a veces sangrienta. Todo comenzó por querer hacer la diferencia de aquí no hay dedazo con un argumento, si el método de la encuesta funcionó una vez ése el bueno sin más. Ya vemos que no. Me recuerda a dos científicos mexicanos, quienes con pocos ensayos de experimentación se ufanaron de encontrar la cura del mal de Parkinson. Fueron el hazmerreír de la comunidad científica. Así López Obrador con lo de la encuesta, se probó en una confronta para seleccionar y resultó. Nada dice de las condiciones de contexto y procedimentales bajo los que se jugó ese evento teniendo como contraparte a Marcelo Ebrard.
El asunto es que se vendió bien
la propuesta de la encuesta para seleccionar candidato, entre otras cosas se
evitarían decisiones cupulares o de grupos que torcieran la decisión. Con una
muestra del pueblo consultado era más que suficiente. Para ser verdaderamente
efectiva la encuesta el presidente debería mantenerse al margen del proceso. Él
se mantuvo vigilante, opinador y controlador del proceso. Periódicamente se
reunía con Mario Delgado para instruirle y asegurarse de mantenerlo bajo
marcaje personal. De López Obrador vino la idea de hacer un cuestionario,
obvio, para enredar el proceso, cuando una sola pregunta sería suficiente para
la contundencia de la encuesta. Controlar el proceso imponiendo la regla de no
debate entre aspirantes. Se prefirió el derroche de campañas que no eran
campañas. Además, una de las corrientes o sectas, que según los estatutos no
tienen cabida en ellos, sembró la idea de la ponderación de encuestas. Los
convencionistas lo sugirieron en agosto del año pasado. Esa corriente tiene
como publicista más entusiasta a John Ackerman. A todo esto, hay que agregar
que las instancias partidistas desde el comité ejecutivo, el consejo nacional,
las comisiones de elecciones y de honestidad y justicia operaron como correas
de control del mismo presidente de la república.
Luego entonces, cómo esperar
resultados impecables en su transparencia y verdad. Lo que sí se demostró es
que ha nacido una nueva generación de delincuentes electorales.
Aquí se ha expuesto, la sucesión
ha consumido mucha energía y distraído la dedicación de gobernar para todos los
mexicanos. Hemos visto que el presidente le ganan las ganas de ser Andrés
Manuel cuando le conviene. Parte de esa distracción es la torpeza con la que se
enfrentó al huracán Otis. Partido y autoridades morenistas todas metidas de
lleno en la sucesión.
Para terminar y como parte del
concierto de la distracción, AMLO le debe a los mexicanos una aclaración de
cuál es el grado de su compromiso para con la agenda sionista (como se comentó
en este espacio https://tonalpohualli-rodmigster.blogspot.com/2023/10/los-4-acuerdos-de-amlo.html)
Esta no se limita a evitar el uso del adjetivo “hitleriano”, como se lo pidió
la comunidad judía en México. Ese compromiso adquiere la forma de
pronunciamientos como su negativa a no condenar la masacre de palestinos en
Gaza y mantener relaciones con el Estado de Israel. Cabe preguntar, dónde quedó
el presidente juarista, humanista y soberanista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario