“La obligación moral de satisfacer las necesidades del alma y del cuerpo es lo que constriñe a la política, a pesar de todo lo que esta produce de malo; así, esa es la norma de la política, ese maridaje de la política con la moral que también explica la contradicción inherente a la política: tener que entrar en el juego de las relaciones de fuerza, precisamente aquellas que transforman a los hombres en cosas, para mantener la posibilidad de pensar lo que es irreductible a la fuerza: la verdad, la justicia, la atención por el otro.”
Valérie Gerard.
Los empeños edificantes de la
república, aunque escasos o insuficientes, se distraen por el proceso
sucesorio. Así la llevaremos hasta junio de 2024 si no se atraviesa algún suceso
inesperado.
Le tocó a la oposición depurar
sus cartas sucesorias. Una purga de su componente de izquierda. Silvano
Aureoles y Miguel Ángel Mancera quedan fuera del concurso. No se confundan, en
el frente opositor manda la derecha. Es el mensaje, uno entre otros cifrados en
la lista de los concursantes seleccionados.
Beatriz Paredes, el mensaje bizarro.
La derecha arropa a la pupila de uno de los presidentes más odiado por la
derecha mexicana, Luis Echeverría Álvarez. Paredes Rangel, forjada en el
autoritarismo, el dedazo y la imposición. Esto se tiene que explicar. Ella es
la habitante de una casa semivacía como lo es el PRI, porque como dijo Osorio Chong,
en un arrebato de lúcida sinceridad, “los que estaban aquí, ahora están allá”.
La salvedad es: alguien tiene que apagar la luz y cerrar la puerta.
Xóchitl Gálvez, la procacidad es
el mensaje. Como su maestro Vicente Fox, su “ventaja competitiva” es la
vulgaridad. Créanme, a veces eso ayuda, Bolsonaro y Trump lo demuestran. En su
casa la acompañan alimañas, tepocatas y víboras prietas.
Santiago Creel, volver al porfiriato
de las alcurnias hechizas es el mensaje. Habitante de casinos que él mismo
autorizó, también tiene la huella de Fox. Creel, personaje público desde que
fue consejero del IFE (INE) representa el sueño de un México aristocrático.
Enrique de la Madrid, el mensaje
que desea el regreso de la tecnocracia. El habita con naturalidad dos casas, la
azul y la tricolor. No le preocupa mayor vinculación con el pueblo, supone una
autoridad que dimana del posgrado, sello de superioridad sobre los demás.
Va por lo que esté mal puesto, la
oposición no quiere repetir el error del 2018, cuando estaba en el poder y creía
consolidado el dominio bipartidista dirigido por la tecnocracia. Se jugó a la
osadía de proponer dos candidatos para el mismo proyecto. Cuatro perfiles que
no hacen uno, lo ideal: uno que sea autoritario, aristocrático, procaz y
tecnocrático a la vez.
La ola electorera no respeta
geometría política alguna y da de lleno sobre MORENA. Lo que se anunciaba como
un proceso razonable, basado en la selección por medio de una encuesta que
entre otras cosas evitaría el derroche, pues tres o cinco debates durante un
mes serían suficientes para convencer al pueblo de la idoneidad de los
aspirantes. Pero no fue así. Se han desplegado campañas que no son campañas;
donde se propone, pero deben evitarse las propuestas; se pronuncia por la no
intervención de funcionarios y dirigentes del partido para no cumplirlo sobre
la marcha. Hasta ahora lo único que se ha cumplido es la disposición de no
realizar debates. El colmo es que el aparato se quiere imponer, en vías de
restablecer lo que la izquierda siempre padeció en materia electoral. Con ello
se estimula el aplastamiento de quienes no son del agrado del aparato. Pues acaso
no se ha promovido una transformación para acabar con esas prácticas y por eso
votamos.
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