El primero de julio de 2018,
cuando el atardecer del horario de verano sostenía los últimos rayos del Sol de
ese día, el abrumador voto a favor de la transformación alcanzó la nota de lo
irreversible. En simultaneidad con ese momento, una minoría operante iniciaba
la preparación de actividades de hostigamiento al gobierno democráticamente
electo.
Desde una perspectiva literaria,
de ficción para dejarlo explícito, en dos mansiones se conversaba sobre las
acciones a tomar. El patriarca González Laporte y su familia X, no titubearon
en definir su objetivo estratégico: hostigar, hostigar y hostigar desde ya al
presidente electo. De inmediato cruzaron llamadas con los allegados a la
familia; por los rumbos del sur de la Ciudad de México, en otro domicilio, el
de Carlos Salinas de Gortari, la familia también se reunía. Los resultados se
sentían como una catástrofe y lo eran: el fin de la noche neoliberal obligaba
al expresidente a hacerse invisible. Cruzó llamadas con sus excolaboradores y
magnates afines. El objetivo común, defender las reformas estructurales que
tantos privilegios le han reportado a los de su clan.
De vuelta a la realidad, la
minoría operante no ha dejado de hostigar al gobierno de Andrés Manuel López
Obrador, convencida de que los medios de comunicación y las organizaciones de
la llamada sociedad civil pueden retornar a una relación de fuerzas favorable.
El Pueblo no entra en su ecuación y qué bueno. La lista de ataques al gobierno
del pueblo encuentra motivos al paso. El aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren
Maya, la refinería de Dos Bocas, el desmantelamiento del seguro popular y del
monopolio de las medicinas, etc. Así se la han llevado, ni uniendo fuerzas en
las elecciones intermedias de este año han logrado recuperar lo perdido y lo
que les falta por perder. A la lista se agrega la propaganda contra el regreso a clases.
Regreso que la SEP tiene programado para el próximo lunes treinta de agosto.
A lo largo de estas escaladas
sucesivas e infructuosas, la minoría operante ha echado mano de aliados
institucionales. Partidos, gobiernos estatales y un grupo de jueces dispuestos
a servir de freno al gobierno federal. Sobre este último aliado, es notoria su
negativa a consumar la reforma al Poder Judicial, la llamada Ley Zaldívar que
propuso el ministro presidente de la Corte, Arturo Zaldívar. Hasta donde se
sabe, ni siquiera por dignidad han dado de baja a los numerosos familiares que
se encuentran en la nómina del Poder Judicial. Este es el campo de batalla en
el que resiste la minoría operante ante el avance de la transformación. Un
Poder Judicial que carece de la consistencia moral requerida para hacer del
derecho medio efectivo de la justicia.
Lo que se está viviendo en México
es una transformación cultural centrada en un proceso de moralización de la
vida pública. El estándar es muy alto, de ahí la fe de la minoría operante de
que se quiebre el movimiento de la 4T y su gobierno, pues están convencidos,
según uno de sus ideólogos, de que la honestidad es una quimera. Los embates se
pueden multiplicar, el voto masivo se puede replicar, una y otra vez, es el recurso
demostrado para reducir los espacios que todavía están en la férula de la
oligarquía.
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