jueves, 11 de marzo de 2021

Después del 8 de marzo

 

“violencia es el ejercicio intencional de la fuerza por un sujeto (individual y colectivo) contra otro (también individual o colectivo) para imponerle su voluntad al causarle daño o sufrimiento.”

“¿Qué podemos entender por terrorismo? Entendemos el ejercicio de ciertos actos violentos (tortura, secuestro, desaparición física, tiros en la nuca o asesinato por la espalda, explosiones de bombas en lugares públicos) cuyas víctimas son generalmente inocentes.”

Adolfo Sánchez Vázquez


Budas de Bamiyan, Afganistán.


El supuesto de la movilización del 8 de marzo en CDMX es simple, acabar con el pacto patriarcal que ejerce violencia de distintos modos hacia la mujer. Violencia que en las últimas décadas se ha incentivado en diversas regiones del país, en coincidencia con una doctrina económica que se reclama liberal, la cual concibe sujetos depredadores, que no conocen de límites ni marcos trascendentes (ética, humanismo, nación, protección del medio ambiente) Por eso mujeres humilladas, golpeadas, violadas, asesinadas. El ámbito donde ocurre la mayoría de estos actos de violencia es la familia. Fue el padre o el hermano, el tío o el primo, el esposo o la pareja. Dentro de este núcleo, la madre o la hermana también ejercen violencia a las de su género. Fuera de la familia, el jefe laboral o el mentor académico ejercen violencia hacia la mujer. Las fiscalías y el Poder Judicial están rebasados por esta violencia, pues se considera que la mayoría de los casos denunciados quedan impunes.

Creo que cada hogar tendría que abrir una conversación sobre el tema, aunque no haya presentado este cuadro de agresiones. Si los hubo y los hay, es momento de parar esos agravios y de pedir perdón, de entregarse a la autoridad si el agravio es irreparable.

No es fácil esta modesta proposición porque el sistema patriarcal tiene otras estructuras u organizaciones. El pacto patriarcal es reforzado en distintas iglesias que se edificaron sobre el patriarcado. Las empresas se construyen a imagen y semejanza del patriarcado. En las grandes es de destacar el apellido del patriarca, como Azcárraga, Bailleres, Servitje, entro otros. El alcance del patriarcado traspasa los límites de la familia nuclear y no explica por sí mismo la violencia hacia la mujer.

Pero no vemos un movimiento feminista contra las iglesias, en las grandes empresas, uno que haga marchas y destrozos en fiscalías y juzgados. Lo que sí vimos el 8 de marzo fue una movilización planeada y financiada, donde la causa feminista fue acompañada por grupos de choque. El nado sincronizado de periodistas, que ayer condenaba las marchas y demandaba represión, ahora se convierte en feminista. Esto no es casual. La cuarta transformación ha tocado muchos intereses que sacaban jugosas tajadas del presupuesto federal o de un trato fiscal y de contratos privilegiados. Por eso la marcha no fue feminista del todo, sirvió de escalada para producir un baño de sangre. El objetivo físico era destruir el Palacio Nacional. El objetivo político era derrumbar el gobierno de AMLO. No se trató de una confrontación del movimiento feminista con Andrés Manuel. Fue una asonada -fallida- conducida por intereses creados (empresariales, mediáticos y de otro origen, partidista, por ejemplo)

El golpismo seguirá buscando las maneras de consumar su propósito. Así estaremos hasta que sucedan las elecciones federales del verano próximo. La violencia, el terrorismo serán detenidos en las urnas con un rotundo rechazo a la oposición moralmente derrotada.

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