lunes, 30 de noviembre de 2020

Empresarios

Desde la economía política se le ha dado al empresario una unidad conceptual como el sujeto que con dinero (inversión) se dedica a obtener más dinero, reinvertirlo, capitalizarlo. Con la revolución francesa los empresarios, que alguna vez fueron revolucionarios alteradores del orden, son visualizados como clase, idea que retomó la crítica de la economía política.

Ha llovido en más de dos siglos y hay que agregar otros elementos que se han ido acumulando. A los empresarios se les ha caracterizado ahorradores, austeros y devotos, también deseosos de parecerse a la aristocracia, compran títulos nobiliarios o forman dinastías. Inician su ciclo conservador.

Sabemos que por ese aliento de estar en competencia se dificulta a los empresarios desarrollar espíritu de cuerpo (iglesias, militares) puesto que se encuentran sectorizados en las actividades agropecuarias, industriales y de servicios. También les asiste la estratificación por empresa entre globales, grandes, medianas, pequeñas y micro. Desde que comenzó la desregulación de la economía en los años ochenta del siglo pasado ha crecido un empresario mostrenco en el espacio tolerado de la economía informal y el empresario negro, dedicado a las actividades delictivas que blanquea en empresas fachada y el sistema financiero.

Encontramos una variedad, una policromía empresarial que matiza la unidad conceptual puesta al principio.

Foto de Cristina Rodríguez, La Jornada en internet (30-11-2020)

Si nos ceñimos a México en un enfoque diacrónico, se distingue un antes y un después. Se anota que iniciado el periodo civilista (1946) de los gobiernos de la revolución mexicana, los empresarios se avinieron a convivir con el régimen de partido casi único. Fue hasta la confrontación con los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, cuando los empresarios decidieron elaborar una estrategia de poder no precisamente sustentada en la democracia liberal, sino a través de personeros (políticos y tecnócratas) dispuestos a protegerlos y a defender sus intereses particulares. Su estrategia se basó en promover las reformas estructurales, restando poder a las fuerzas sociales integradas en el pacto social corporativo que sostuvo al PRI. Estrategia que hizo legal desde 1982 lo que hasta entonces no estaba permitido.

Pónganse a revisar cada una de esas reformas y encontrarán un beneficiario directo: los empresarios. No importando las aberraciones en las que se incurrieran, ni en el grado de polarización social que se produjera. Ahora que se debate y se legisla sobre las subcontrataciones tenemos ante nuestros ojos una condición aberrante en la contratación de los asalariados, se introdujo una doble legalidad. Quedando los trabajadores divididos como sujetos de derechos, creando exclusión y precarizando la fuerza laboral.

Esas reformas estructurales tomaron otro paquete de reformas de acompañamiento, las reformas electorales que abrían el paso hacia la transición democrática. Eso se dijo. Destacados oficiantes de la ciencia política no vieron que la transición en marcha y efectiva estaba operando hacia la oligarquía. Esa oligarquía cuyo núcleo, aquí en casi todo el mundo, es la fusión del dinero y el poder (Canfora y Zagrebelsky) Quien podría extenderse en el asunto por ser actor de este atraso democrático y tener información de primera mano es Claudio X. González Laporte -ése que destapó a J. A. Meade como candidato a la presidencia antes que el presidente Peña y su partido. El empresario lleva meses muy calladito, fuera de reflectores, dejando como cancerbero de la oligarquía a su Jr.

Los empresarios, su condensado elitista más bien, puede que estén a disgusto con el actual gobierno. Los empresarios tienen que entender que con la democracia no se juega. Se agotó la mascarada que hacía ver democracia en la oligarquía. La democracia no puede evitar al pueblo, sería su muerte.

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