El equívoco en la enunciación de un título es el caso del desplegado con el que nos desayunamos el jueves 17 de septiembre: En defensa de la libertad de expresión. Los signatarios de la especie no pueden probar que les ha sido conculcada su libertad de expresión por el gobierno de López Obrador. Ni cómo sugerir que sus letras, antes profusamente animadas por el presupuesto federal son censuradas, ni que sus nexos con el poder sean la fuente necesaria de la libre expresión. A los abajofirmantes no les han sido vetado sus escritos, ya hubieran interpuesto una demanda. Ni una coma les ha sido escatimada. A todos nos consta que ninguna de las personas signatarias ha sido censurada. Tienen espacios abiertos en prensa, radio y televisión, ni les restringen las redes sociales, que se sepa. En concreto su libertad de expresión, si a eso se refieren, no está en peligro.
Al adentrase en el contenido de los párrafos del desplegado, obviando su estilo impresionista, en ellos se plantea una posición o disenso, referido al estilo personal de gobernar, lo cual es opinable y refuerza la libertad de expresión de que se goza en México. Es parte de la democracia el que haya oposición a los planteamientos de quienes están en el gobierno. Sí, hay firmantes que adoptaron esa legítima posición. Habrá otros que estarán en calidad de crema pastelera, como relleno de la torta que hornearon otros.
Para comprender el fondo del desplegado pido poner atención en dos detalles, entre otros que se podrán destacar. Varios suscriptores del desplegado son directores de revistas a las que se les redujo o cerró la afluencia de recursos del gobierno federal y están muy molestos. Casi todas estas personas alaban las bondades del libre comercio, si se ceban en los bueyes del compadre. Pero resulta que el mercado no valoriza esas publicaciones como quisieran. En realidad, son prensa marginal si se les compara con estándares internacionales, dicho esto en términos de su demanda.
El otro detalle por destacar son las firmas de exfuncionarios que colaboraron en las administraciones de Carlos Salinas de Gortari, de Ernesto Zedillo, de Vicente Fox, de Felipe Calderón y de los salinistas que se incorporaron al gobierno de Peña Nieto. Precisamente de los expresidentes que ahora tienen solicitado un llamado a rendir cuentas por más de dos millones de ciudadanos.
Son dos clientelas visibilizadas en el desplegado, las cuales están comprometidas a rendir tributo a sus señores, hecho que debilita su condición de ciudadanos libres. Por eso la segunda consigna que cierra el desplegado: esto tiene que parar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario