“Los demócratas convencidos, sin
embargo, nunca consentirán la represión (o la desigualdad que ésta,
manifiestamente, contiene)
Michael Walzer
La oposición pequeña, con notoriedad en los medios y no escasa de recursos, vive intranquila porque les han ido retirando privilegios asignados desde el poder político, antes surtidos de una manera negociada y discrecional, privilegios otorgados sin una norma constitucional que los estipulara. Es una oposición que se congrega para contrarrestar el mandato popular que la mayoría de los ciudadanos le conferimos a Andrés Manuel López Obrador. Esa oposición todos los días se ensaya en la labor de lapidar las acciones del gobierno, desatendiéndose de la actividad constructiva. Es su papel y ni la emergencia sanitaria ha sido motivo para darse una tregua. Por el contrario, la epidemia ha sido el combustible para mantener encendida su animosidad contra la transformación en curso. Lo que ha sucedido en Jalisco en las últimas semanas exhibe el perfil de una oposición condescendiente con la represión.
El seducido por la violencia.
Hasta ahora, la oposición no ha encontrado al líder que la convoque y la haga
crecer. En esas andaba el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, tratando de
pastorear a otros gobernadores como su hombre fuerte, aprovechando el contagio
por coronavirus. Echado para adelante, adoptando medidas coercitivas, así iba
el gobernador construyendo su figura de mano dura. Bastó un muerto víctima de
la violencia policial, el trabajador Giovanni López, para que a nadie le quede
duda del talante antidemocrático del gobernador. Durante todo el mes de mayo
ese deceso se mantuvo fuera de la luz pública. En cuanto comenzó a divulgarse
las escenas del arresto del trabajador y la noticia de su fallecimiento, un mes
después, las manifestaciones de repudio al gobernador ocuparon las calles de la
ciudad de Guadalajara. Enrique Alfaro interpretó mal los datos y consideró
oportuno reprimir a cielo abierto, sacar los toletes para afirmar su incipiente
liderazgo como figura nacional. Sucedió lo contrario, quedó exhibido como un
personaje represor. Sin dar lugar a procedimientos correctivos claros para subsanar
el error, primero acusó al presidente López Obrador de estar detrás de las
protestas, después liberó a jóvenes que habían sido capturados durante las
protestas (no se sabe cuántos permanecen privados de su libertad) El lunes 8 de
junio Alfaro se puso a repartir despensas, como si no hubiera pasado nada.
Los seducidos por el violento.
Urbi et orbi, en la red social de Twitter, el director de Letras
libres Enrique Krauze salió a elogiar la talla liberal del gobernador de
Jalisco. El demócrata, el liberal, le hizo un homenaje al violento. Un acto de
camaradería o de fidelidad, tal vez, pero no se trató de un arrebato
declarativo. Es conocido el cortejo que Alfaro tiende sobre los intelectuales a
través de la Universidad de Guadalajara. Fue precisamente en esa universidad, que
el 26 de mayo de 2019, un grupo de intelectuales abismáticos se pronunciaron en
contra del populismo, bajo la guía de Mario Vargas Llosa y su Fundación
Internacional para la Libertad. Se dicen convencidos de que la libertad está amenazada.
Los jóvenes jaliscienses han sufrido la amenaza cumplida de parte de su
gobernador y los intelectuales todavía no sacan un desplegado de condena a la
supresión de libertades en Jalisco. O tienen un sentido de la libertad muy
estrecho o sienten que les falta el apapacho oficial. Todos los “ilustrados”
que se reunieron en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, de manera
unánime son opositores a López Obrador.
Se está con la democracia o con
la represión ¿A quién le desagrada esa disyunción?
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