“Hay tanto en ello para
asombrarse que no es fácil hallar palabras. Y es que para expresar lo sucedido,
la lengua no puede hacer más que balbucir.”
Karl Kraus
En México nos acercamos al
proceso de desconfinamiento, con la certeza de que el SARS-Cov2 se mantendrá no
sólo en el catálogo de virus recurrentes. Nos acercamos al primero de junio,
para invocar a todas las personas que mantuvieron las actividades esenciales
asumiendo riesgos para que los demás nos mantuviéramos alejados de posibles
fuentes de contagio. En el recuento algún día, espero pronto, tendremos la
relación de los esencialistas fallecidos. En ella se incluirá no sólo al
personal médico-sanitario. Miembros del Ejército, de la Marina, de las unidades
de policía, de abarrotes y supermercados, trabajadores del sector energía y de
las telecomunicaciones, de la distribución de agua potable y de recolección de
basura, los empleados de sucursales bancarias. En el cumplimiento del deber se
sacrificaron por nosotros, los “inesenciales”. Esa relación nos dará cuenta de
que los más expuestos fueron, al final del día, los más afectados fatalmente. Pero
también se apreciará, en otra relación, la sevicia de quienes estando en la
lista de las actividades no esenciales mantuvieron activos sus establecimientos
comerciales y expusieron a sus trabajadores, hasta hacerlos sucumbir por la
infección del virus. Porque para sus patrones debían morir para no mermar la
ganancia. Un crimen industrial.
Otro relato que se reescribirá es
el de la desigualdad social, de manera de que ya no dé pie nada más a cifrarlo
en estadística, sino en acciones deliberadas para reducir dicha desigualdad. No
como causa, sino como difusor de contagios epidémicos. En la Ciudad de México,
al inicio de la sucesión de infectados se anotó la alcaldía de Miguel Hidalgo,
sede de conspicuos barrios residenciales, cuyos habitantes con posibilidades de
viajar al extranjero bien pudieron ser, unos cuantos, portadores e
introductores del virus. No tuvieron que pasar muchas semanas para después
convertir a la alcaldía de Iztapalapa en la demarcación política con más
contagios -y eso que se suspendió la congregación masiva de la representación
de la Pasión. Miles de sus habitantes viven hacinados, tienen que salir a
buscar el sustento diario. El confinamiento en esas condiciones es una medida
complicada, ilusoria. Meet, Skype, Zoom, son tecnologías muy agradecidas y
ponderadas por la clase media porque les permitió dar continuidad a sus
actividades. En Iztapalapa la tecnología, a través de la red WhatsApp, se
convirtió en polvorín de noticias falsas y medios para convocar a reuniones
festivas como la del diez de mayo recién.
Por eso son inhumanas las
expresiones que siguen descalificando la política social, así como el
reacondicionamiento del sector salud para rescatarlo de las manos de la
corrupción. El gran esfuerzo para hacer política incluyente, sin someterse al
gremialismo que ha sido motor de la desigualdad, provoca el malestar de gremios
con abierta indisposición a ceder algo a quienes no tienen voz, ni
organización.
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