Hay protagonismos que impone la
realidad. El virus SARS-CoV2, que se ha extendido en la mayor parte del
planeta, ha puesto al personal de la salud en la primera línea de combate. La
escena para el dramatis personae del personaje social formado por médicos
y enfermeras. Eso la mayoría lo tiene claro, por eso sigue las indicaciones
para tomar la sana distancia y adoptar el confinamiento voluntario como
medidas, entre otras, para orientar la gradualidad hasta aplanar y controlar la
epidemia, para situarla en el repertorio de infecciones en vías de producir su
cura específica.
La jefa de enfermeras del IMSS. Foto de María Severiano. La Jornada, 21-04-2020
Al contrario de esta
consideración, hay políticos que encuentran la ocasión de ocupar el escenario que
estelarizarían para su consecuente proyección política. Es el caso de
gobernadores que han difundido videos nauseabundos, como lo hicieron el de Baja
California, Michoacán y Jalisco. Ignoro si antes de lanzarse al ruedo de medios
y redes tuvieron una comunicación documentable de sus diferencias con la
autoridad sanitaria federal, donde pusieron el fundamento de sus diferencias en
la materia. Lo que dejan ver los videos del exabrupto son gobernadores enojados
y valentones, en disposición de encabezar una rebelión (ja-ja, la risa es incontenible)
en contra de las disposiciones sanitarias de la emergencia, pero, sobre todo,
de la información pública sobre el avance de la epidemia. Se vieron fuera de
lugar, dejando bajo cubierta los intereses personales que mueven sus grotescos ademanes
que acompañaron sus palabras recriminatorias.
Me es claro que mientras duró el
primado del partido hegemónico (PRI), esos desplantes no tenían lugar o eran
eficazmente sometidos. Que la distribución del poder entre los partidos desde
el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, ya fuera por “concertacesión” o
elección, no ha merecido la investigación puntual de sus distintas
consecuencias. El bipartidismo que despuntó, para después integrar al PRD en la
danza de las gubernaturas, tenía que ver más con la capacidad de influir de
cada oligarquía estatal que con la expresión de la voluntad popular.
Lo cierto es que hay un antes y
un después, el peso de las gubernaturas como antecedente de acceso a la
presidencia de la república. La apertura de una estructura programática para la
disposición de recursos presupuestales sin controles eficaces, una invitación a
la corrupción. La cobertura de las actividades criminales de la delincuencia
organizada. Los gobernadores y su escaza aportación a la democratización del
país, su acceso al puesto de elección popular como palanca de acumulación, de
enriquecimiento de su familia y de colaboradores cercanos. Estos componentes de su mala conducta
explican, en parte, la revolución que se decidió en las urnas en junio de 2018.
Hay gobernadores que no lo aceptan aun cuando fueron beneficiarios de esa
revolución, la que no ha detenido su onda expansiva, Jaime Bonilla y Miguel
Barbosa, por ejemplo.
Para enfrentar la epidemia, vale
considerar, los políticos son disciplinados actores de reparto. Su circo se
pospone hasta nuevo aviso.
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