Estaban convencidos de la solidez
del orden reformado. No hicieron el recuento de daños. La ficción tripartita
(PRI-PAN-PRD) se asumió como el arribo a un puerto final. Era cuestión de
acordar campos de influencia, de reparto de recursos. Todo dentro de un mismo
constructo: no hay más ruta que el mercado, sin reparar en variables asociadas
que, en los hechos, evidenciaron la fragilidad de su mundo feliz. Actos
delictivos al alza. Desigualdades sociales ampliadas por la codicia. No lo
vieron así, todo estaba bien. La modernidad por fin dejó de ser esquiva. Eso
suponían.
Esas tres fuerzas políticas ahora
son oposición y su propia circunstancia. El PRI entró en un proceso de
implosión en desarrollo lento y hasta cierto punto controlada. Carlos Salinas
lo inició, lo continuó Ernesto Zedillo, perdieron la presidencia de la
república y la recuperaron con Peña Nieto. Solo para terminar de hundir al PRI,
sin ruido y sin gloria. Se vació ideológicamente y fue desmembrando su base
social, ya puro cascarón de las organizaciones corporativas, una francamente
extorsionadora, el caso de Antorcha Campesina; por su parte, el PRD resultado
de una secesión en el PRI y de la alianza con las izquierdas, fue llevado al
baile por Peña Nieto. Así de simple y fatal para esa organización.
El PAN tuvo dos oportunidades de
gobernar, del año 2000 al 2012. Hizo su apuesta por el juego de complicidades
de todo tipo, menos con el pueblo. Todo se hacía posible y limitado a la vez,
billetiza de por medio. Abandonando sus resistencias de sacristía, tenía y
todavía le queda algo atractivo para un sector, venderse como un gobierno de
empresarios para los empresarios (Vicente Fox) Un partido clasista,
despreocupado de cualquier toma directa del pulso popular. Para eso estaban los
expertos, las encuestas, los indicadores y fórmulas actuariales a modo (Felipe
Calderón) No había necesidad de interpelar al pueblo.
En mayor o menor medida, los
partidos del Pacto por México, fuera del poder presidencial son una oposición
desconcertada, sin autocrítica, retraída en casos, conspiracionista y sin el
ánimo de hacer trabajo en calles y plazas, ejidos y pueblos. Atrincherados en
las plataformas de las redes sociales -unos más que otros- explotando antiguas
alianzas con medios y periodistas, los réditos que dejó el cachondeo a la intelligentsia
criolla, más allá de becas y premios, contratos e ingreso a
la burocracia dorada.
Una oposición desesperada por
carecer de rumbo, que en su versión más derechista es golpista y violenta. Una
oposición perezosa, de esfuerzo mínimo, a la caza de una oportunidad. El real
retroceso democrático en ciernes.
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