martes, 7 de enero de 2020

Oposición sin rumbo



Estaban convencidos de la solidez del orden reformado. No hicieron el recuento de daños. La ficción tripartita (PRI-PAN-PRD) se asumió como el arribo a un puerto final. Era cuestión de acordar campos de influencia, de reparto de recursos. Todo dentro de un mismo constructo: no hay más ruta que el mercado, sin reparar en variables asociadas que, en los hechos, evidenciaron la fragilidad de su mundo feliz. Actos delictivos al alza. Desigualdades sociales ampliadas por la codicia. No lo vieron así, todo estaba bien. La modernidad por fin dejó de ser esquiva. Eso suponían.

Esas tres fuerzas políticas ahora son oposición y su propia circunstancia. El PRI entró en un proceso de implosión en desarrollo lento y hasta cierto punto controlada. Carlos Salinas lo inició, lo continuó Ernesto Zedillo, perdieron la presidencia de la república y la recuperaron con Peña Nieto. Solo para terminar de hundir al PRI, sin ruido y sin gloria. Se vació ideológicamente y fue desmembrando su base social, ya puro cascarón de las organizaciones corporativas, una francamente extorsionadora, el caso de Antorcha Campesina; por su parte, el PRD resultado de una secesión en el PRI y de la alianza con las izquierdas, fue llevado al baile por Peña Nieto. Así de simple y fatal para esa organización.

El PAN tuvo dos oportunidades de gobernar, del año 2000 al 2012. Hizo su apuesta por el juego de complicidades de todo tipo, menos con el pueblo. Todo se hacía posible y limitado a la vez, billetiza de por medio. Abandonando sus resistencias de sacristía, tenía y todavía le queda algo atractivo para un sector, venderse como un gobierno de empresarios para los empresarios (Vicente Fox) Un partido clasista, despreocupado de cualquier toma directa del pulso popular. Para eso estaban los expertos, las encuestas, los indicadores y fórmulas actuariales a modo (Felipe Calderón) No había necesidad de interpelar al pueblo.

En mayor o menor medida, los partidos del Pacto por México, fuera del poder presidencial son una oposición desconcertada, sin autocrítica, retraída en casos, conspiracionista y sin el ánimo de hacer trabajo en calles y plazas, ejidos y pueblos. Atrincherados en las plataformas de las redes sociales -unos más que otros- explotando antiguas alianzas con medios y periodistas, los réditos que dejó el cachondeo a la intelligentsia criolla, más allá de becas y premios, contratos e ingreso a la burocracia dorada.

Una oposición desesperada por carecer de rumbo, que en su versión más derechista es golpista y violenta. Una oposición perezosa, de esfuerzo mínimo, a la caza de una oportunidad. El real retroceso democrático en ciernes.

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