El Enrique Peña Nieto de los
consensos, así sean de manera cupular, que dio aliento al Pacto por México, pacto
motriz de las reformas de este sexenio. El mismo presidente que encontró en
Tlatlaya (Junio de 2014, ajusticiamiento de presuntos delincuentes por parte
del Ejército) su viraje y retorno hacia los modos autoritarios y represivos.
Así lo planteo.
Si algo queda firme tras la
asamblea XXII del PRI, por si quedaban dudas, es la jefatura de Peña Nieto
sobre su partido. El presidente formal del PRI ante el INE, Enrique Ochoa Reza,
sólo es un encargado, un conserje del otrora llamado tricolor. Una dualidad de
mando que tiene consecuencias y lo estamos viendo.
La insistencia de querer imponer
al fiscal general de la república, Raúl Cervantes, como candado que evite la
investigación del actual sexenio. El reclamo hacia la familia de un empresario
conservador y promotor de las reformas económicas, Claudio X. González Laporte,
por sus señalamientos acerca de la corrupción que impera en el actual gobierno
federal. Son funestas tomas de posición del Ejecutivo federal que indican
temor, preocupación por un eventual enjuiciamiento de su titular con el cambio
de la estafeta sexenal el año 2018.
Y lo que se promete como la
apertura de una crisis entre el poder Ejecutivo y el Legislativo, son dos
intervenciones burdas que inciden en el accionar institucional del Congreso, en
el Senado y en la Cámara de Diputados. Antes de iniciar el periodo ordinario
del Congreso el primero de septiembre recién, Peña Nieto consintió la unción de
Ernesto Cordero como presidente de la mesa directiva del Senado, ignorando la
deliberación interna del grupo parlamentario del PAN, al cual pertenece el
actuario Cordero; la segunda intervención, no menos preocupante, es la
migración de ocho diputados del PRI hacia el partido verde.
A qué juega Peña Nieto, a jefe de
Estado o a jefe de facción partidaria. Si esas dos intervenciones han sido bajo
su conocimiento y aprobación, al incidir de esta manera en las rutinas de otro
poder constitucional, entonces se puede conjeturar que técnicamente ha dado un
golpe de Estado. Si no es así, que instruya a sus correligionarios para que
rectifiquen y den cauce a la normalidad de la división de poderes.
Se le ha pasado la mano al señor
presidente. Ahora, como reacción, en San Lázaro no se ha instalado la mesa
directiva y lo emplazan para que cancele la viabilidad de Raúl Cervantes como
fiscal. No mande al diablo a las instituciones, ni manipule las ambiciones de
la familia de Felipe Calderón, usted no manda en el PAN.
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