Hace una semana afirmé: la
solidaridad producida por el movimiento telúrico de 1985 quedó sin continuidad.
Por el contrario, todo el proceso de reformas posteriores a ese año se dio en
sentido contrario a la solidaridad. Se le dio prioridad a la codicia, por aquello
de las reformas que México necesitaba.
Lo que publiqué en este espacio
cinco horas antes del temblor https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=8251921317178057992#editor/target=post;postID=7674945726872283133;onPublishedMenu=allposts;onClosedMenu=allposts;postNum=1;src=postname ¿Fue desmentido por el terremoto del 19 de
septiembre de 2017? Veamos.
Antes de ahuecar la palabra
solidaridad como se está haciendo a través de la política, las empresas y los
medios, tomemos un modelo ilustrativo, significativo y presente de lo que es la
solidaridad. Me refiero a Las Patronas, ese grupo de mujeres que dan agua y
alimento a los migrantes centroamericanos que viajan temerariamente en trenes
de carga rumbo a la frontera norte de México https://www.youtube.com/watch?v=DWcRz9AaT4U. Estas mujeres hacen su labor sin
percibir un salario, ni ponerle precio a los productos que ofrecen a cambio de
nada, ni siquiera por obtener una ganancia o lucro.
Lo que hemos visto desde la hora
posterior a la una de la tarde del martes pasado son cientos de voluntarios
removiendo escombros sin exigir salario de por medio. Miles de personas
llevando lo necesario, sin ponerle precio, para ayudar a los que se quedaron sin casa.
Algunos hospitales privados pusieron a disposición de los rescatados heridos,
instalaciones y personal médico sin esperar ganancia por el servicio específico
que ofrecen. Esto es, la solidaridad efectiva suspende componentes del mercado
como el salario, el precio y la ganancia. El mercado desaparece, emerge
entonces la sociedad desplegando sus reflejos comunitarios hasta ese momento
adormecidos. De eso hemos sido testigos.
Salvo en casos aislados, esta
solidaridad está lejos de convertirse en estructura social, cuestión de meses
para volver a la normalidad del mercado. Todos estaremos de regreso al molino
satánico.
Qué se puede esperar del Estado,
nada más que ejerza sus capacidades redistributivas para atender la catástrofe.
El Estado no hace la solidaridad.
Qué se ha hecho del Estado en las
últimas décadas, precisamente reducir sus capacidades redistributivas para
fortalecer la estructura del mercado. Además, los principales representantes
del Estado, los gobernantes, sin importar el poder que ocupen, se encuentran en
su gran mayoría aplastados por el desprestigio ¿Se le confiaría la
reconstrucción de la infraestructura carretera a Gerardo Ruiz Esparza? ¿Se le
confiaría a Rosario Robles la reconstrucción de viviendas?
Un Estado que cuenta con la
confianza de la sociedad a la que “sirve”, sin propensiones al autoritarismo y
a la corrupción de sus representantes, podría hacer muchas cosas. Pero un
Estado como el actual está impedido moralmente de recurrir al Estado de
Excepción para coordinar los trabajos impuestos por el desastre. Tampoco tiene
el humor de realizar requisas de alimentos y medicinas. Ni siquiera ha dispuesto
contratar albañiles para remover los escombros. El albañil sí sabe manejar
concreto.
Como en 1985, el gobierno volvió
a quedar rebasado y no parece preocuparle. Por sus antecedentes, al actual
gobierno federal le queda poco más de un año para hacer jugosos negocios a
expensas de la reconstrucción.
Por eso considero que la
solidaridad será breve y quiero equivocarme.
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