jueves, 20 de abril de 2017

Poco o demasiado

Para conmocionar a un país, breve cronología de una primavera hedionda. Demos por fecha de inicio el 27 de marzo: la detención del fiscal de Nayarit, cruzando la frontera para llegar a San Diego, California. El principal cargo que le hacen las autoridades del otro lado a Edgar Veytia: narcotráfico; el nueve de abril es detenido en Florencia, Italia, el exgobernador de Tamaulipas Tomás Yarrington. Sobre él se adjudican vínculos con la delincuencia organizada; el sábado 15 de abril, de nuevo con el auxilio de la Interpol, es capturado en Guatemala el exgobernador de Veracruz Javier Duarte. Entre otros delitos se le acusa del saqueo de recursos públicos; sin proceso firme en contra, a esta lista se une Emilio Lozoya Austin, quien todavía en febrero del año pasado era director general de PEMEX. A él se le vincula con la cadena de sobornos operados por la empresa brasileña Odebrecht para obtener contratos de la empresa petrolera mexicana. Así lo consigna la revista Veja el 11 de abril desde Brasil. Para que todo el mundo se entere.

Poco o demasiado, es suficiente para exhibir el mal uso de los cargos públicos. Es de preguntarse ¿Cómo es que en este puñado de servidores públicos se llegaron a depositar altas responsabilidades? Sólo en un Estado dañado puede ocurrir, donde la ley es fachada, desde la legislación de instituciones electorales hasta las de control hacendario. No hay filtro que funcione o son las trampas dentro de la ley.

En alusión, el consuelo que ofrece Enrique Peña Nieto a sus gobernados es para salir al paso: “estas detenciones son un mensaje firme y contundente del Estado Mexicano contra la impunidad.” De veraz hay firmeza y contundencia en el mensaje. El presidente se queda corto, sin abundar o detallar sobre un mal conductual en el servicio público, no completa el significado de lo que la ciudadanía espera de acciones firmes y contundentes. Lejos de generar confianza el mensaje presidencial alimenta las suspicacias. Peña Nieto es observado inquisitivamente por sus gobernados.


Y el remedio está en veremos, el incierto Sistema Nacional Anticorrupción. Sin alcanzar a desodorizar, el 4 de abril recién se instaló el comité coordinador del “Sistema”. Meses antes, en enero, se había designado el primer comité de participación ciudadana del rimbombante sistema. El decreto de creación del SNA es una cosa, en los hechos, el sistema está en proceso de construcción de su aparataje. Otra vez en la salida ¿circular? de los entes autónomos que ni previenen ni corrigen, para que todo siga igual o peor.

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