Nunca un informe presidencial
había quedado tan desatendido, pese a la publicidad de su anuncio que se sigue
transmitiendo en todos los medios. No obstante, el IV informe del presidente Enrique
Peña Nieto no se discute ávidamente en los medios. Desde la presidencia de la
república se encargaron de ese abandono respecto al principal acto de rendición
de cuentas de un presidente.
Ya sé, todos lo dicen: la visita
de Donald Trump en calidad de virtual presidente de los Estados Unidos. Y la
justificación inicial, ofrecida por Luis Videgaray, atender a Trump para no
despertar inquietudes entre los inversionistas, decirles que con Trump el entendimiento es posible. El cálculo
dogmático de los tecnócratas por estar siempre atentos a las veleidosas señales
del mercado. Como si la realidad fuera monocromática, unidireccional. En la
reducida consideración económica, capaz de borrar la diplomacia y desconsiderar
totalmente la política interna.
La justificación del presidente
Peña Nieto, dada posteriormente, no fue mejor: tender puentes de diálogo con
los candidatos a la presidencia del “establishment” estadounidense. Pero quién
se lo pidió: acaso el Presidente se considera una figura mediadora y de unidad
de la política allende El Bravo.
Si las justificaciones no son
convincentes habrá que explorar las consecuencias. Una consecuencia posible
torpedea la credibilidad de la democracia electoral: se allana el camino para
el regreso del PAN a Los Pinos. Entrega anticipada del poder, como ya en su
momento y en funesta oportunidad lo hizo Ernesto Zedillo, quien con el rescate
financiero ofrecido por Bill Clinton para México rindió la plaza. Así se fraguó
la primera alternancia. Con ello se aplastó y ahora se quiere volver aplastar
la voluntad de los mexicanos. Es costumbre refractaria al cambio desde abajo,
para continuar a modo y capricho de los poderes fácticos constelados en las
agrupaciones y corporativos empresariales. A fin de cuentas, Peña Nieto ya les
entregó las reformas estructurales que le exigieron. A los dueños del capital
les resulta un cartucho quemado Peña Nieto, pese a la investidura presidencial
que ostenta.
Hecho consumado, posible
afirmación de la Universidad Panamericana si se le pidiera opinión. Estamos
ante una institución presidencial atrofiada, esclerotizada, bajo el efecto
corrosivo del proceso reformador que ignoró la reforma del Estado. Ya no bastan
comisiones y seminarios al respecto de dicha reforma. Construir el Estado
incluyente, hasta ahora inalcanzable, correspondiente con una república
democrática. Es la aspiración que no está reflejada en las acciones de los
partidos: una izquierda acomodada al presupuesto público; una derecha despojada
de su piel de oveja cristiana, la que ha mostrado el lobo de la voracidad
capitalista. Su real representación; del PRI, qué decir, un instituto “revolucionario”
productor de presidentes reaccionarios.
El mundo al revés.
Dicho esto, los cambios en el
gabinete realizados por la mañana del miércoles 7 de septiembre no sacarán de
la atrofia a la institución presidencial. Hay que entenderlo, repetirlo, la
atrofia de la institución presidencial no es resultado de la gestión de un solo
hombre, es resultado de un proceso de disminución del Estado, de su desistimiento
por alentar la promesa mesiánica y entregarle esa vocación al mercado.
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