miércoles, 7 de septiembre de 2016

Atrofiada

Nunca un informe presidencial había quedado tan desatendido, pese a la publicidad de su anuncio que se sigue transmitiendo en todos los medios. No obstante, el IV informe del presidente Enrique Peña Nieto no se discute ávidamente en los medios. Desde la presidencia de la república se encargaron de ese abandono respecto al principal acto de rendición de cuentas de un presidente.

Ya sé, todos lo dicen: la visita de Donald Trump en calidad de virtual presidente de los Estados Unidos. Y la justificación inicial, ofrecida por Luis Videgaray, atender a Trump para no despertar inquietudes entre los inversionistas, decirles que con Trump  el entendimiento es posible. El cálculo dogmático de los tecnócratas por estar siempre atentos a las veleidosas señales del mercado. Como si la realidad fuera monocromática, unidireccional. En la reducida consideración económica, capaz de borrar la diplomacia y desconsiderar totalmente la política interna.

La justificación del presidente Peña Nieto, dada posteriormente, no fue mejor: tender puentes de diálogo con los candidatos a la presidencia del “establishment” estadounidense. Pero quién se lo pidió: acaso el Presidente se considera una figura mediadora y de unidad de la política allende El Bravo.

Si las justificaciones no son convincentes habrá que explorar las consecuencias. Una consecuencia posible torpedea la credibilidad de la democracia electoral: se allana el camino para el regreso del PAN a Los Pinos. Entrega anticipada del poder, como ya en su momento y en funesta oportunidad lo hizo Ernesto Zedillo, quien con el rescate financiero ofrecido por Bill Clinton para México rindió la plaza. Así se fraguó la primera alternancia. Con ello se aplastó y ahora se quiere volver aplastar la voluntad de los mexicanos. Es costumbre refractaria al cambio desde abajo, para continuar a modo y capricho de los poderes fácticos constelados en las agrupaciones y corporativos empresariales. A fin de cuentas, Peña Nieto ya les entregó las reformas estructurales que le exigieron. A los dueños del capital les resulta un cartucho quemado Peña Nieto, pese a la investidura presidencial que ostenta.

Hecho consumado, posible afirmación de la Universidad Panamericana si se le pidiera opinión. Estamos ante una institución presidencial atrofiada, esclerotizada, bajo el efecto corrosivo del proceso reformador que ignoró la reforma del Estado. Ya no bastan comisiones y seminarios al respecto de dicha reforma. Construir el Estado incluyente, hasta ahora inalcanzable, correspondiente con una república democrática. Es la aspiración que no está reflejada en las acciones de los partidos: una izquierda acomodada al presupuesto público; una derecha despojada de su piel de oveja cristiana, la que ha mostrado el lobo de la voracidad capitalista. Su real representación; del PRI, qué decir, un instituto “revolucionario” productor de presidentes reaccionarios. El mundo al revés.


Dicho esto, los cambios en el gabinete realizados por la mañana del miércoles 7 de septiembre no sacarán de la atrofia a la institución presidencial. Hay que entenderlo, repetirlo, la atrofia de la institución presidencial no es resultado de la gestión de un solo hombre, es resultado de un proceso de disminución del Estado, de su desistimiento por alentar la promesa mesiánica y entregarle esa vocación al mercado.

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