Revuelo e indignación causa en la
opinión publicada las estrambóticas declaraciones que casi a diario hace ése
pelado pelos coloreados ¿Injertados?, Donald Trump, en contra de China, India,
México, Vietnam. El casi seguro candidato republicano a la presidencia de los
Estados Unidos de América, personaje que espanta a las mismas eminencias de ese
partido.
Es un asunto de los
norteamericanos, pueblo que todavía goza de vivir en lo que hoy es una especie
en extinción, el Estado soberano. Las excrecencias verbales de Donald animan el
cotarro de los opinadores mexicanos, quienes voltean al norte para
desentenderse de las excrecencias que despiden las ruinas del Estado mexicano.
Y no voy a meterme en esta ocasión en el tema de la contingencia ambiental.
Resulta desconcertante, frente a
los esfuerzos de sucesivos gobiernos norteamericanos por domesticar a los
gobernantes mexicanos, cuando prácticamente los tienen amaestrados, salga este
Trump a querer dar reversa a la integración de la economía mexicana a la
estadounidense y poner en duda las maravillas de la apertura comercial.
Pero no miremos allá y tomemos
conciencia de nuestro entorno. Lo preocupante es el descuido con el cual México
se ha abierto al mundo, disminuyendo la propia soberanía, donde reside el
sistema inmunitario que permitió darle viabilidad al Estado mexicano. El México
reformado se despojó de ese sistema y se hizo autoinmune. La consecuencia, toda
acción por mejorar y perfeccionar se resuelve como deterioro y barbarie. El
bien esperado de una modernidad liberadora de sin fin de potenciales de vida a
realizar, se descompone en el mal desesperante y desesperanzador del crimen y
la corrupción, sellados herméticamente con la impunidad.
En qué se ha fallado,
básicamente, en una cosa: reformar leyes sin fortalecer previamente el Estado
de derecho ha sido el error de los reformadores, los de ahora y los que le
antecedieron. De manera destacada se aprecian las sucesivas reformas
electorales, constructoras de un circo para el beneficio de magnates,
políticos, gobernadores. Se ha sembrado una peligrosa decepción por la
democracia (Aclaro que el incumplimiento de la exigencia democrática no es un
asunto exclusivo de México. Como dice Derrida “cerca o lejos, en casa o el
mundo, en todas partes en donde los discursos sobre los derechos del hombre y
sobre la democracia continúan siendo coartadas obscenas cuando se avienen a la
espantosa miseria de millones de mortales abandonados a la malnutrición, a la
enfermedad y a la humillación, masivamente privados” … de derechos)
Perdón, pero creo que perdemos el
tiempo interpretando a Trump. Lo que apura es desentrañar lo que está pasando
con el México reformado, en el cual, parafraseando a Lewis Mumford, se ha
desvanecido la identidad de un Nosotros
y se ha sustituido por un enjambre de Yoes.
Se le da verosimilitud a la ficción hobbesiana de la guerra de todos contra
todos. Estamos enterados y sufrimos en carne propia hasta donde nos lleva esa
mezquina fusión entre el saber de especialización tecnocrática, con sus cifras
manipuladas o incompletas, y la inteligencia pragmática de los políticos, cuyo
único criterio de verdad es lo que les conviene al momento. Ciegos ante los
procesos de cooperación y totalmente sumisos ante los procesos de competencia.
No advierten consecuencias pues les son indistintos lo que en el orden de la naturaleza
son los procesos simbióticos y los predatorios. No los disciernen y terminan
por favorecer los segundos.
Lo más exhibido del palmario
fracaso para fortalecer el Estado de derecho en la actual administración ya no
puede esconderse. De la propuesta de fundar una comisión anticorrupción y la instrucción
fallida de desaparecer la secretaría de la función pública, ni quieren
acordarse. Los acuerdos del Pacto por México se toparon con la corrupción o de
ella hicieron su corralito o no quisieron deshacerse del chiquero. Vino el
escándalo de la casa blanca en
octubre de 2014 y ni modo, a revivir al muerto, de nuevo la secretaría de marras
con su increíble encargado de despacho. En la descomposición, apareció el
todavía secretario de comunicaciones y transportes, encargado de los tejes
manejes, de cuando Peña Nieto despachaba en Toluca, con la constructora HIGA,
luego salieron a luz los de otra constructora, OHL. En el ánimo de repetir el numerito desde Palacio Nacional. Increíble que siga en el
puesto siniestro operador, quien absorbió los restos de credibilidad del actual
gobierno.
Mientras, se mantiene el suspenso
del nonato sistema anticorrupción, atenidos a la desgarradora circunstancia del Estado autoinmune, al
deterioro que lo acompaña y pasando por encima de casi todos los mexicanos.
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